Lo inconcebible en Puebla es la displicencia, la falta de jerarquía y de compromiso, y muchas atrocidades más. El frutero poblano está infestado.
 

Existe una escena culmen en “Bohemian Rhapsody: la historia de Freddie Mercury”, cuando el líder de la legendaria banda Queen (interpretado por Rami Malek), después de largo tiempo de vivir bajo engaños y en sus últimos años de vida, se enfrenta a Paul, su mánager y pareja sentimental: “¿Sabes cómo darte cuenta que estás podrido? Moscos de fruta…”.

 

Bastaron poco más de veinte minutos para que Puebla volviera a su realidad. Después de un inicio sorpresivo (en el que incluso se puso por delante en el marcador gracias a una malabaresca anotación de Lucas Cavallini), llegó el vendaval: Tigres se puso serio, como suele hacer en la recta final de cada torneo, y liquidó sin piedad cualquier síntoma de vida que La Franja pudiera tener.

 

Aunque Napoléon la considerase como huérfana, a la estrepitosa derrota del sábado pasado se le pueden encontrar muchísimos padres: el mentado ‘volumen de juego’ (que aparece y desaparece de manera inverosímil en un mismo partido); el par de depredadores que Tigres posee en zona ofensiva (que los tiene, por supuesto, y cada vez que pueden nos lo dejan bastante claro) como Edu Vargas y André-Pierre Gignac; la lesión de Nicolás Vikonis y, por consecuencia, la inexperiencia de Iván Rodríguez (quien terminó pagando los platos rotos de barbaridades ajenas); y algunas cosas más. Sin embargo, entre toda esta serie de motivos —o pretextos, como usted guste-, lo verdaderamente preocupante no fue la caída sino la forma de hacerlo.

 

En el mundo real del equipo poblano, alejados del discurso y la fantasía de ‘pelear por un lugar en la Liguilla’ (y creerlo, que es peor que decirlo), en casa o de visita, a estadio cerrado o con “El Volcán” encendido, perder contra Tigres es la absoluta normalidad; algo completamente asimilado.

 

Lo inconcebible en Puebla es la displicencia para disputar una pelota aun con el marcador en contra; la falta de jerarquía para pegar un par de gritos en el campo y ordenar al equipo; la falta de compromiso para dar un pase decente a dos metros del compañero y no terminar provocando un gol contrario; y muchas atrocidades más.

 

"¿Sabes cómo darte cuenta que estás completamente podrido? Moscos de fruta… Se acercan a comer lo que hay, aunque ya no queda mucho". Y el frutero poblano está infestado.


Nos leemos la siguiente semana. Y recuerden: la intención sólo la conoce el jugador.