Consiguió uno de los logros más destacados en el primer mes de gestión gubernamental, limpiar las calles del ambulantaje pero alguien decidió que no era suficiente para ponderarlo frente a una ola de críticas prematuras y descalificaciones partidarias por los sectores más duros del Movimiento de Regeneración Nacional.

Claudia Rivera Vivanco, la presidenta municipal de la capital, que ha tenido que andar sola el primer tramo del ejercicio gubernamental frente al desprecio de su partido, también ha debido cargar con la ineficacia de su área de comunicación, incapaz para comunicar.

Si a los casos en que el mensaje no existe y cuando lo hay, la intención de transmitirlo es equívoca y errada, propician una reacción contraria a los intereses del gobierno de la ciudad: evitar que los vacíos de información se llenen con la crítica abierta, la descalificación rampante y el linchamiento en redes o medios.

Frente a esa corriente de opinión que propicia una percepción contraria al gobierno de la ciudad, debe añadirse una coyuntura más: el estereotipo machista que anida en la cúpula de Morena por la que Rivera debe pagar factura doble por el desdén y el celo político.

Cuando en los últimos días había sido objeto de un conjunto de opiniones contrarias de parte de los sectores más conservadores entre quienes se encuentran también medios de comunicación, las calles del centro histórico se despejaron de verdores callejeros motivados por grupos de poder en la capital, con intereses no siempre legítimos.

El arte de la negociación, la capacidad de persuasión o los atributos de la política consiguieron lo que en los últimos meses de la pasada administración se desatendió con la consecuente invasión de los ambulantes la mayor parte del centro histórico.

Haber conseguido que las rijosas organizaciones comandadas por dirigentes sin muchos escrúpulos se retiraran de la vía pública en una fecha como El Buen Fin, en puente largo y con la quincena en el bolso de cientos de miles de visitantes en el primer cuadro de la ciudad no es asunto menor, porque va en detrimento de los intereses económicos de un cúmulo de gente que se gana unos pesos con la vendimia callejera.

Pero nada de eso fue motivo suficiente para emitir un comunicado, un tuit o una llamada ‘con los atentos saludos de la presidenta para hacer lucir quizá el logro más notable de la naciente administración de la segunda mujer en llevar las riendas de la ciudad más importante del estado, pero la primera abiertamente de la izquierda en México.

Claudia Rivera ha tenido que pagar los desaciertos de un joven y primerizo en algunos ámbitos del ejercicio de gobierno frente a imponderables que supone una ciudad tan compleja como la que ocupa un cuarto lugar en el concierto nacional, y es entendible.

Lo que no justifica es la condición omisa de un área de comunicación que no comunica porque claramente carece de una estrategia inteligente, propositiva, solvente para desdoblar los esfuerzos del resto del gabinete a cuya cabeza se debe colocar a la edil.

Adolecer de una política de comunicación es tan delicado como dejar al garete la interlocución con los ciudadanos. Comunicar es gobernar y eso deberían saberlo en el despacho responsable en el histórico edificio en el centro histórico de la ciudad. Una punto de apoyo valioso se está perdiendo, por desconocimiento, omisión o desinterés.