Conforme se acerca el 1 de diciembre la retórica de la “mafia en el poder” y la combatividad de los diputados poblanos de la coalición Juntos Haremos Historia, a cuya cabeza está el protagonismo de un pragmático como José Juan Espinosa, se agota.

Miopes o torpes, o ambas definiciones, el ex edil de San Pedro Cholula y la corte que lo acompaña, con Gabriel Biestro Medinilla en primer lugar, no han sabido leer el nuevo momento que vive la sociedad mexicana y el cambio de paradigma.

Y se han empeñado en jugar contra el axioma de Andrés Manuel López Obrador, el presidente electo: abrazos, no balazos.

En Puebla el caricaturizado JJ y el resto de los integrantes de la coalición que llegaron del brazo del próximo Presidente de México, no lo entendieron por lo que han actuado en contrario: balazos y luego… más balazos.

La reiterada virulencia del legislador petista persigue un propósito específico, convenenciero como es: busca ser gobernador interino y para conseguirlo sabe que necesita del apoyo que antes le fue negado entre la militancia del Movimiento Regeneración Nacional, lo que lo llevó a tocar la puerta del Partido del Trabajo, bajo la tutela de Ricardo Monreal.

En la zaga de odio y polarización que colocó al ex convergente en una buena posición en las mediciones que ya realiza Morena para la toma de decisiones futuras. Él lo sabe y actúa en consecuencia, pero cometió un error de cálculo porque esa conducta rijosa es ahora un problema frente a una nueva realidad: el paz y amor de #AMLOVE.

 Y en efecto, en las últimas horas López Obrador sustituyó el perfil pendenciero del pasado por el del gran concertador y estadista que busca evitar desestabilizar la República en el futuro.

Los mensajes de paz han tenido claros destinatarios como Felipe Calderón, el “presidente espurio” en 2006 a quien terminó por validar con la permanencia de las fuerzas federales en las tareas de combate a la delincuencia organizada; a Enrique Peña Nieto, su otro adversario en 2012, a quien invitó a comer a su casa y del que dejó constancia con un tuit que rompió las redes anoche, cuando él mismo lo hizo saber.

"Invité a comer a mi casa al presidente Enrique Peña Nieto. Me he reunido en otras ocasiones con él por razones de carácter institucional. Ahora, nos encontramos para definir el programa del 1 de diciembre y para agradecer sus atenciones”, escribió en Twitter, lo que consiguió en 120 minutos más de 7 mil 300 likes, casi 2 mil 200 compartidos y unos mil 500 comentarios, muchos de ellos positivos.

El López Obrador de “al diablo las instituciones” no ha cesado en su empeño por mandar señales de paz y amor a sus ex adversarios. En una entrevista con Ciro Gómez Leyva en Imagen dijo que “las campañas son así", cuando preguntó el entrevistador si no se había excedido con el canayín a Ricardo Anaya y fue más allá, adelantó que antes o después de la ceremonia de transmisión de poderes se reunirá con quien cruzó descalificaciones agrias en toda la contienda.

Todas esas señales han pasado desapercibidas para los aldeanos legisladores de los partidos que dieron cobijo al presidente electo, que han persistido en el empeño de una conducta propia de la oposición política con la salvedad de que ahora será gobierno.

En la polarización desatada en el Congreso del Estado hay dos actores. A los legisladores que se colocaron en la trinchera de enfrente no se les puede pedir mucho.

 El Frente por Puebla en el Congreso con Marcelo García Almaguer y Gerardo islas Maldonado quienes carecen de todo oficio, argumentos y capacidad retórica. Los precede además un estigma de excesos e intolerancia que los descalifica.

 Ambos grupos tienen ya un lugar reservado: el de la basura política.