La revolución tecnológica ha mostrado ser insuficiente para calmar las promesas de la globalización, debido a que la vida se ha deteriorado, acercando a la muerte a millones a pesar de que tengan un celular en la mano.

El cuerpo que en cierta medida nos representa ante los demás asociado a una forma de expresarnos, movernos, revestido por ropa, maquillaje, un auto o bien cualquier objeto, ha sido desdibujado y llevado a imaginarlo como algo inerte, sin valor alguno.

De esta manera, la muerte dejó de ser, con la llegada de la economía de mercado, un acontecimiento asociado a la vejez. La muerte se ha convertido en un factor que impacta a millones de seres humanos, individualizados como ciudadanos, pero colectivizados por un mismo destino: la muerte socializada.

Una cosa es la muerte como hecho inevitable, natural, y otra es la muerte socializada. El primero indica que la muerte es un proceso biológico; la segunda idea, explone que la muerte puede ser inducida socialmente, trastocando la muerte biológica.

Como muerte socializada, indica que existen factores humanos presentados como aspectos de la vida económica, política, social y cultural, que surgen en un determinado momento y que inciden en la vida y la muerte de las personas.

Un primer elemento a considerar es el político. En el mundo, una clase social ha recuperado el control del destino de la humanidad. Parece que el haber recuperado el control del dominio sobre la humanidad no tiene límites.

No bastó con la caída del Muro de Berlín. Busca a toda costa regresar la vida de la humanidad a épocas en las que el sufrimiento de la sociedad era justificado en aras de una sociedad mejor que, por momentos, pareció haberse cumplido.

Se ha querido destruir todo vestigio del pasado que implicaba un obstáculo al incremento de las riquezas: Estados, instituciones del Estado, fronteras nacionales, contratos de trabajo, instituciones sociales, recursos naturales, derechos sociales.

La distribución de la riqueza hacia las capas que ocupan la parte alta de la sociedad ha dejado una estela de anomia y depresión social. Esta situación ha creado un ambiente propicio para que la vida no termine por la vía de una muerte natural.

Ahora, la muerte, puede llegar por una serie de factores sociales que se han activado en virtud de que se ha priorizado la acumulación salvaje de capital. El Estado nacional ahora compite con el Crimen Organizado para controlar la vida y la muerte de las personas.

Si a la delincuencia ahora “normal” se le sueltan los amarres para que pueda encontrar un campo abierto en el que pueda operar porque así conviene a ciertos intereses políticos, pues la muerte se acerca a nuestra cotidianidad.

El enrarecimiento de la vida cotidiana con la inseguridad es un factor que provoca un “estrés” social que disminuye la calidad de vida y acerca a las personas a la enfermedad y la muerte. Es de carácter subjetivo que incide en el cuerpo.

Si a esa competencia le sumamos la eliminación de las instituciones que proporcionaban cierta protección a la vida en virtud de su uso con fines productivos y políticos, la muerte puede llegar en cualquier momento.

Si el Estado nacional es incapaz de someter al fluir del capital financiero mundial, e imponerle ciertos compromisos sociales, sin duda, la muerte puede llegar por ausencia de compromisos de uno e incapacidad del otro.

Si a cada acto de resistencia social el capital financiero mundial responde con someter a las monedas nacionales a su depreciación, la muerte se acerca porque introduce un factor de inestabilidad en la vida cotidiana, atemoriza.

No es casual que ahora existan millones de personas el mundo y en México con enfermedades que, anteriormente, no representaban una calamidad como ocurre en este momento con la diabetes o la amenaza de la influenza.

Si en los cuadros básicos de medicamentos no existen los necesarios porque en cada campaña electoral los recursos se utilizan extraordinariamente para apoyar los procesos políticos, la muerte se ensaña con los afectados por las enfermedades.

La muerte opera como un factor de nuestro subconsciente que nos impulsa a extender nuestra mirada hacia puntos a los que podamos aferrarnos para evitar su llegada. La muerte es un instinto siempre presente que genera mecanismos de defensa.

El fenómeno de la muerte como entidad social que motiva cierto tipo de acciones colectivas no se ha considerado como elemento de análisis en la actual coyuntura.