El ex candidato al gobierno de Puebla, Luis Miguel Barbosa no es Andrés Manuel López Obrador y el segundo tampoco es el primero. Al presidente de México le costó 12 años, un desafuero y, por años, persecución sistemática, violenta y política, del status quo en su contra.

El ex abanderado de Juntos Haremos Historia, originario de la región de Tehuacán, ha sido en cambio, un benefactor del mismo sistema que ha perseguido y hostigado al líder indiscutido de la más novedosa izquierda mexicana.

De eso saben en su tierra de origen. No olvidan la forma en la que se encumbró en la política nacional, cuando no tenía recursos ni para financiar las colegiaturas de los hijos, lo que no debe ser condenable, sino la desmemoria con la que se vistió cuando ya en el cenit de su carrera, pagó con olvido y desprecio a quienes lo ayudaron.

Bofe de buey era un viejo y desvencijado automóvil en el que trasladan de cuando en cuando los ejemplares de cacomixtle, un mamífero de la familia de los mapaches que crecen en zonas áridas, para ser degustados en una vivienda clasemediera de la Ciudad de México, con la cúpula de Los Chuchos, la corriente dominante en el Partido de la Revolución Democrática (PRD).

Antes había militado en el Partido Revolucionario Institucional, pero a diferencia de López Obrador que tuvo que renunciar cuando quiso democratizar la vida interna de ese partido en su natal Tabasco, de la mano de Enrique González Pedrero, Barbosa Huerta pactaba.

Las páginas de oprobio de quien ha sido invitado por el propio presidente de México, a formar parte del gabinete, están descritas por múltiples voces en aquella región, incluso por quien conducía el bofe de buey.

Las versiones corren por montones, como el enojo y reproche. “Aquí no apoyamos a Barbosa porque ya la conocemos” ! y por eso perdió!

El contraste entre uno y otro es notable. Debe ser subrayado porque una vez vencido en Puebla, emula al presidente cuando convocaba sus asambleas informativas, con una similar el próximo domingo, para la que llama a líderes, partidos políticos y líderes sociales.

López Obrador lo hacía cuando los tiempos aciagos de la derrota en las urnas, con una salvedad notoria: Barbosa está lejos de ser el líder que cosecha admiración y lealtad, incluso entre sus más cercanos.

Un pasado va más allá del colaboracionismo con Rafael Moreno Valle, y tampoco es favorable. Para tener la capacidad de convocatoria en su aventura post derrota electoral, deberá tener estatura política y base social. Ni una ni otra.

La patanería con la que se condujo en las mesas políticas en tiempos de campaña, las majaderías hacia sus subalternos y los desplantes ante sectores productivos confirman las voces que confiaron al autor de esta columna las razones de su soledad que deberá agudizarse con el paso de las semanas.

Los presidentes también se equivocan. Nadie defiende al grupo de Rafael Moreno Valle en Puebla, pero alguien debería decirle a López Obrador que su aliado en Puebla es un fantoche.