En cuestión de horas el gobernador Antonio Gali Fayad entrega la emblemática casa en la zona de Los Fuertes de Guadalupe y Loreto, sede del gobierno.

Fue un lapso breve en el que hizo lo que pudo para recomponer un descompuesto escenario en el que priva aún el enojo contenido y la ira social.

Desórdenes, abusos y excesos fueron los componentes del antecesor que ahora se yergue sobre un escaño senatorial para llamar a la oposición a respetar las instituciones.

El hombre que llegó a gobernador por un breve periodo debió ajustar programas y planes de trabajo para un suspiro, incluso aún contra los afanes de intromisión del grupo político que pareció revivir con la ratificación del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, el sábado 8 de diciembre.

La travesía de Gali Fayad no estuvo exenta de los imponderables de un cargo como el de gobernador: el pago de facturas sociales y políticas de un insensible, hedonista y dictatorial antecesor.

Líderes sociales, agrupaciones de colonos y vendedores, grupos políticos, académicos y periodistas nutrieron la bitácora de agravios de un régimen plutocrático y cleptómano.

Contra esa caudalosa corriente de oprobio tuvo que remar el hombre que dejará de ser gobernador este viernes a las 23:59 horas.

No sólo tuvo que reconciliar sectores lastimados por un antecesor iracundo, sino también lidiar con una agenda plagada de pandillas y mafias que colmaron paciencia y seguridad de quienes en Puebla veían un espacio ajeno al camposanto en se ha convertido.

Tuvo además el carácter para evitar barrer hacia atrás. Haberlo hecho habría ubicado en su justa dimensión al principal responsable del fenómeno de la inseguridad.

Es el mismo que deambula ufano por la política nacional y que retuvo Puebla al tiempo de participar del tropiezo de Andrés Manuel López Obrador, el presidente que no pudo reducir salarios y privilegios de los miembros del Poder Judicial Federal.

No mencionarlo no significa borrar un hecho cierto: el gobernador heredó las secuelas de un gobierno ineficaz o cómplice. Fue en el pasado reciente cuando floreció el robó de hidrocarburo y el saqueo de la Secretaría de Seguridad Pública a manos de Facundo Rosas y luego Jesús Rodríguez Almeida, hasta convertir a Puebla en un referente en el mapa delincuencial nacional.

Gali Fayad, un hombre de familia que seguirá caminando por las calles de Puebla deja un satisfactorio panorama tras el desastre heredado. Así deberá ser recordado, aunque haya sectores que tengan una opinión distinta, lo que también es comprensible a la luz de un convulso periodo que deberá quedar en el fondo de la historia.

Un periodo de gobierno de 22 meses pudo haber sido insuficiente para trazar un plan estratégico, pero suficiente para entender qué el hombre que deja Casa Puebla pudo haber sido el gobernador que nos reconcilió.

Es una lástima porque reconstruir el clima de entendimiento es insumo básico para dotar de certeza a la sociedad que requiere como nunca de paz.

El tiempo es el único que no perdona y eso está claro. Adiós Antonio Gali.