Ya desde tierras zacatecanas, en las dehesas de la ganadería Santa Bárbara, propiedad de Javier Borrego Estrada el matador extremeño Antonio Ferrera había dado una muestra palpable, imagen imborrable de lo que trae dentro, su toreo de un desparpajo absoluto del cuerpo, pero que conlleva la enorme virtud de una manifestación de gran poderío en la lidia desde el toreo de capa.

Y en la gran Plaza, La México, el domingo próximo–pasado, tal como mal dijo uno de los “cronistas” que por cierto describió la cornamenta de un toro como “delantero, bien puesto”, siendo que según su punto o sitio de nacimiento los pitones son: “delanteros, traseros, montados o bien puestos”, pero este era como un toro versátil, como aquel “rabi largo y chin colo” ¡Válgame Dios, lo que hay que estar escuchando y aguantando! Ya en Plaza, Ferrera, en momentos sublimes de una entrega absoluta con una profunda emoción, ocasionada por un quebranto absoluto y completo al torear muy belmontinamente de capa con un poderío de gran impacto.

Y Jerónimo bailó con la más fea, de sus 2 toros 2, el primero procedente de Lebrija, ganadería que envió ese toro se dice, mínimo hace 3 meses y ese tiempo tenía el tal toro en corrales. Y Jero tuvo que “bailar con la más fea”, pues no le quedaba de otra, y ese toro corraleado, inservible para la lidia le tocó a güevo en el sorteo amañado, claro: el hispano viene como figura y Juan Pablo, torero de empresa no podían lidiar eso.

Y si los recuerdos cuentan y sirven para algo; terrible debió haber sido para Jero lidiar con un toro de la misma ganadería de su tarde de alternativa en Puebla hace casi 20 años, que se cumplen en febrero próximo cuando toros de la misma procedencia nada mas no sirvieron, más que para triste recuerdo.

Y lo que suele ser del dominio absoluto de Jerónimo el toreo de pureza y sentimiento, este domingo lo bordó Ferrera.

Lágrimas que brotan de los ojos en el momento de pasear los trofeos muy bien ganados y justamente otorgados en respuesta a una petición multitudinaria y unánime, prácticamente la petición manifiesta obligó al juez a sacar el segundo pañuelo para la segunda oreja muy bien ganada, la pura ejecución técnica de la estocada lo valió, más la faena de muy altos vuelos.

En la creación artística en ocasiones lo circunstancial juega un papel importante y así ocurrió cuando se conjuntaron; experiencia, mucho, mucho sentimiento artístico y en este caso el disparo oportuno de la cámara para que Ángel Sainos capture el momento lleno de arte profunda inspiración y absoluta entrega —obsérvese la mínima distancia entre toro y torero—. Un trincherazo de apología y una foto que por su calidad y oportunismo obliga a tirar a la basura cientos de fotos de archivo. Esta mata cancela, anula todo lo existente y más las de trincherazos de coletas teporochos.

En continuación del muy sentido recuerdo del Ing. don Luis Gutiérrez Príncipe y en respuesta a comentarios y preguntas que se hicieron a este golpeador de teclas y juez receptor de mentadas en el palco, en quien efectivamente don Luis, ha dejado marca indeleble en el existir; fue también un excepcional anfitrión y nunca, nunca faltaron los agasajos post corrida, verdaderas recepciones, con cenas gourmet, en las que jamás, jamás se vieron los ahora tan frecuentes vasos rojos con bacacho, exquisitas cenas excelentemente rociadas de buenos vinos de parte del Ing. Reproducimos aquí foto publicada por el contador Tapia Ruiz quien fuese contador de su empresa, se ven en la foto con el Ing. a los Matadores Rafael Ortega y Federico Pizarro aún sin cabello cárdeno, ni siquiera entrepelado. Y por ahí, por su casa, o en los laudes del Ing. pasaron también los caballeros Pablo Hermoso de Mendoza, otro don, Don Fermín Bohórquez, Arturo Macías, Jerónimo y muchos coletas más.

En la Concordia partieron plaza, José Tonás, Julián López Juli, Sebastián Castella y la enorme inquietud de don Luis le llevó a dar en su plaza el cartel “Final del siglo” en diciembre del 1999, el único mano a mano que se dio en el planeta de los toros con Enrique Ponce y el “Pequeño  Gigante” Eloy Cavazos, llevando por delante al caballista Giovanni Aloi.