El pasado 12 de noviembre, la Agencia Espacial Europea hacía historia. Ese día, la nave Rosetta, puesta en órbita diez años antes, posaba a Philae —un pequeño laboratorio espacial del tamaño de una nevera—, sobre la superficie del cometa 67/Churymov-Gerasimenko, con el fin de acompañarlo en su viaje al sol para captar cada detalle de su transformación hacia su perihelio (el momento más cercano al Sol), previsto para el 13 de agosto.

Dos meses más tarde, la revista Science, agrupada en siete artículos —tres de ellos con participación española—, ha publicado este jueves los primeros datos de las características de un cometa: forma, composición, superficie, masa, volumen, densidad, temperatura, cola, etc.

"Es una primera hornada de datos pero ni son los primeros ni serán los últimos que se publiquen porque esta misión es nueva, es un hito para la ciencia, un hito europeo en el que España participa a un altísimo nivel", destaca Rafael Rodrigo, investigador del CSIC en el Centro de Astrobiología (CAB).

"Rosetta sigue viajando junto al cometa hacia el Sol, es decir, que seguimos tomando imágenes y cada vez tendremos más información sobre las capas externas, la composición de la coma (envoltura), se colectarán muestras... en realidad acabamos de empezar, por así decirlo. Es el comienzo de la revolución de la ciencia cometaria".

Los científicos españoles del Instituto de Astrofísica de Andalucía (IAA), del Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial, de la Universidad Politécnica de Madrid y del CAB firman tres artículos a partir de los datos recogidos por los instrumentos GIADA y OSIRIS.

"Hemos podido determinar por primera vez de forma directa su densidad, caracterizar en detalle las diferentes regiones de su superficie y estudiar cómo se desencadena la actividad que genera la envoltura y colas de los cometas", explica Pedro J. Gutiérrez, del IAA.

Primeros datos

Rosetta ha descubierto que 67P es un cuerpo la mitad de denso que el agua y que, por su tamaño, debe de estar vacío en un 80%, aunque "ahora hay que ver si ese vacío se debe a poros de escala micrométrica o si contiene grandes huecos", según Luisa M. Lara, del IAA y especializada en OSIRIS, un versátil reproductor de imágenes con dos cámaras, cada una con su propio conjunto de filtros especializados.

La cámara de ángulo estrecho capta imágenes de la superficie del cometa y la de gran angular se centra en la nube de gas y polvo que lo rodea. Gracias a sus imágenes, se ha analizado la forma bilobulada de 67P (semejante a un patito de goma), que podría deberse a que "el cometa surgió del choque de dos cometas o que la erosión ha ido desgastando este cuerpo en el cuello, la parte que une ambos lóbulos", señala Rodrigo, una incógnita que se resolverá cuando Rosetta envíe nuevos datos.

Un artículo dedicado a la superficie visible de 67P (la cara norte), la divide en 19 regiones, todas ellas con nombres de antiguos dioses egipcios, y agrupadas en cinco categorías: terrenos de polvo, material frágil con fosas y estructuras circulares, depresiones, superficies lisas y zonas de material consolidado.

Uno de los artículos más sorprendentes, que combina datos de OSIRIS y GIADA, está dedicado a la actividad del cometa y subraya que ésta ha comenzado antes de lo previsto y que pese a estar a más de 600 millones de kilómetros del Sol, 67P ya ha desarrollado una cola de casi 20.000 kilómetros, casi el mismo tamaño que alcanzan la de muchos cometas en su perihelio.

"Aún así todavía tiene que crecer mucho, multiplicarse por cien y expulsar mucho material", advierte Rodrigo.

Por otro lado, el análisis del polvo realizado por GIADA ha permitido distinguir una nube de partículas que gira en torno al núcleo del cometa, y ha hallado que la proporción de polvo es entre dos y seis veces superior a la del hielo, unas medidas que "demuestran el perfecto funcionamiento del instrumento y permiten esperar resultados magníficos" en el futuro, afirma José Juan López Moreno (IAA).