Si es verdad que el emperador Nerón quemó Roma, los barras del Feyenoord la destrozaron por completo. Son tremendas las imágenes que llegan desde la capital italiana: botellas rotas, personas heridas e intensos cruces con la Policía local. Todo esto a horas del encuentro entre el elenco holandés y Roma, por la Europa League.
Varios cientos de aficionados borrachos, en esta ocasión holandeses del Feyenoord, provocaron durante la noche del miércoles y la tarde del jueves graves disturbios en Roma que se saldaron con más de una decena de heridos –entre radicales y policías antidisturbios–, medio centenar de detenidos y daños en la fuente de la Barcaccia de la plaza de España, que acaba de ser restaurada. Los hinchas violentos forman parte de una expedición de más de 6.500 aficionados holandeses que se habían desplazado a la capital de Italia para presenciar el encuentro.
Desde las tres de la tarde del jueves, cualquiera que pasara por el Campo dei Fiori podía aventurar lo que, efectivamente, sucedió allí al caer la noche y al día siguiente en el parque de Villa Borghese, la escalinata de Trinidad de Monti y, sobre todo, en la plaza de España, que a partir de las 16.30 se convirtió en una batalla campal.
Los ultras del Feyenoord, muchos de ellos con la estética de cabezas rapadas, cueros y botas militares que los hermana con los jóvenes vándalos de otras latitudes, aprovecharon la escasa presencia policial para arremeter contra todo lo que se les iba poniendo por delante –motos, coches, papeleras—y para utilizar la preciosa fuente de la Barcaccia, esculpida por Pietro y Gian Lorenzo Bernini, como contenedor de decenas de botellas vacías de cerveza.
“Ha sido verdaderamente terrible”, relataban algunos dependientes de los negocios cercanos a la plaza, “hemos pasado miedo porque los ultras llevaban la iniciativa, tiraban petardos, lanzaban botellas, y a la policía le ha costado mucho hacerse con la situación”.
De hecho, el alcalde de Roma no disimulaba su enfado con los responsables de seguridad: “He protestado y pedido explicaciones a quien tiene la responsabilidad del orden en esta ciudad”. Lo que sí parece que funcionó bien fue la habitualmente lenta justicia italiana. La mayoría de los 23 arrestados –entre los 20 y los 28 años—la noche del miércoles en los aledaños del Campo dei Fiori fueron condenados en la mañana del jueves a penas que van de los ocho a los 16 meses de cárcel eludibles mediante el pago de multas superiores a los 40.000 euros.