A un mes y dos días de la tragedia en Ajalpan, donde dos jóvenes encuestadores fueron linchados, la calma no ha regresado a la población enclavada en la Sierra Negra.


La noche de pesadilla sigue con secuelas, ahora más políticas que de inseguridad. Un grupo pretende destituir al presidente municipal, Gustavo Salomón Lara Torres, quien ahora se le ve poco.
En tanto, según el Tribunal Superior de Justicia, será hasta dentro de por lo menos tres meses cuando inicie el juicio oral en contra de los 12 pobladores detenidos por el linchamiento ocurrido el 19 de octubre de 2015. El día que marcó a Ajalpan en la historia.
La destitución
Representantes del Movimiento Civil de Reconstrucción Social de Ajalpan, entregaron la petición al Congreso del Estado, la solicitud de la desaparición de poderes del ayuntamiento, y anunciaron la conformación de un Comité Civil.
Piden suspender y desaparecer los poderes del gobierno municipal, para que en su lugar se faculte con los requisitos de ley correspondientes a un concejo civil, figura que se encargaría de conducir las acciones gubernamentales en la demarcación.
Enfatizaron irregularidades como la carencia de estrategia vial, inseguridad en modalidades como robos a transeúnte, abigeato, entre otros.
Mientras tanto, el edil Lara Torres, aseguró que se reuniría con integrantes de la familia de los dos jóvenes linchados. Pero hasta la fecha no lo ha hecho.
Dijo a medios locales que buscarían acercamiento porque consideraron dejar pasar un tiempo razonable, es decir, un periodo de luto tras los lamentables hechos.
El acercamiento supuestamente era para acordar el tipo de apoyo que les proporcionarían.
La Comuna inició dos carpetas de investigación para que se proceda en contra de los homicidas y de quienes dañaron los bienes públicos.
Asimismo dijo que los movimientos que se han hecho para pedir su destitución como presidente municipal y la petición de liberación de los responsables, no han tenido nada de "pacíficas".
Señaló que la forma en que se expresan faltan el respeto a las instituciones y tensión entre cierto sector de ciudadanos que está cansado de que se toque ese tema porque solo afecta más la imagen de Ajalpan.
La tragedia
Una décima parte del total de la población de Ajalpan salió la noche del lunes 19 de octubre con un solo fin: matar a los “encuestadores o secuestradores”, al fin que suena igual.
Aquella mañana con vientos gélidos presagiaban que algo malo ocurriría. Sin embargo, no detuvieron a David y Abraham Copado Molina para acudir al poblado ubicado a solo media hora de Tehuacán, la segunda ciudad más importante de Puebla.
De 25 y 30 años de edad -uno de ellos padre de gemelos de dos años- hacían un trabajo cansado por las grandes caminatas que realizaban desde hace apenas una semana, contratados por la empresa Marketing Estratégico.
Su labor era hacer una serie de preguntas a comercios, en este caso tortillerías del lugar.
Armados solo con una pluma, hojas de encuesta y una tabla de apoyo, salieron del hotel donde se hospedaban en el centro de Tehuacán rumbo a su destino.
Llegaron a Ajalpan desde las 10 de la mañana, hora que abren algunos de negocios en este poblado.
Fotografías tomadas minutos antes de que iniciara la pesadilla ahora ya circulan por las redes. En ellas, se ve a un joven escribiendo sobre la tabla muy concentrado en su trabajo.
Pero todo cambió cuando una vecina aseguró que los hermanos molestaban a su pequeña hija, lo que provocó el primer descontento entre población.
Inmediatamente fueron llamados policías municipales para detenerlos. Los uniformados, sin pensarlo se los llevaron porque además “estaban preguntando mucho”, reconocería un día después el alcalde.
A alguien se le ocurrió decir que eran “encuestadores”, pero como en un juego de palabras, ésta sufrió una metamorfosis a “secuestradores”; aunque nadie sabe el momento preciso de la transformación.
Así inició el rumor en la población ubicada a dos horas de la ciudad de Puebla capital, donde se empezaron a juntar alrededor de mil de los 19 mil habitantes.
“Un reporte ciudadano llegó de que había dos personas sospechosas haciendo unas encuestas”, dijo en entrevista el presidente un día después, al señalar que fueron detenidos por andar haciendo muchas preguntas.
-¿Esto no le gustó a la población?
-No, no le gustó a la población.
¡¿Dónde están los niños?!
Ya en la comandancia, los jóvenes fueron literalmente arrebatados de las autoridades por la muchedumbre. Los policías intentaron rescatarlos inútilmente, “¡eran muchos!”, dijo un uniformado.
En un vídeo que circula por las redes sociales, una de las víctimas, con cabello al hombro y gran tatuaje en el brazo de Bety Boop, asegura a sus captores que jamás ha robado e insiste en que es encuestador, que trabaja para una empresa y que provienen del Distrito Federal.
Bañado en sangre, apenas y puede pronunciar palabra, ante la insistencia de los victimarios que a gritos le preguntaban: “¿dónde están los niños?, ¡hijo de tu puta madre!”; unos niños que solo estaban en la imaginación de la masa.
Solo hubo oídos sordos al clamor de los hermanos que ya se habían identificado.
El momento fue documentado por la misma población que después compartieron en YouTube y Facebook, como una especie de trofeo, como si se tratara de una selfie o un baile público.
“La gente no quiso (…) no nos dejaron sacarlos de la comandancia para llevarlos al Ministerio Público, la gente nos los quitó, entró a la presidencia, a la comandancia, nos robaron las armas de los policías y se los llevaron, los golpearon, los mataron y los quemaron”, señaló el edil Gustavo Lara.
De acuerdo al funcionario, dos días antes había iniciado la incertidumbre entre la población a través de las redes sociales.
“Estaban comentando que había gente que robaba niños, pero fue mera especulación, no hay ninguna demanda, ningún dato cierto, se dejaron llevar por la gresca, por las campanas, lo que provocaron estos actos vandálicos de asesinato” (sic), explicó Gustavo Lara.
Una vez muertos o tal vez solo moribundos, con rostros irreconocibles fueron arrastrados hasta el centro del pequeño zócalo.
Ahí se juntaron leños para prender la fogata, todo en medio de aplausos, risas y media docena de teléfonos celulares videograbando como si fuera la fiesta de pueblo.
Así otros jóvenes -tal vez de la misma edad que las víctimas-, con el rostro cubierto acercaron los maderos bañados en combustible para prenderlo al tercer intento con un encendedor casi inservible.
Una vez que el fuego empezó a crecer, uno de los cuerpos se retorció levemente, como consta en otro vídeo subido a Internet que dio la vuelta al mundo.
Así fue el último día de la vida de David y Abraham. Inició con una encuesta y terminó en un juego de palabras y de muerte.