Un refugiado sirio de 27 años ha muerto este domingo al hacer estallar los explosivos que llevaba, que han dejado a 12 personas heridas, tres de ellas graves, junto a un céntrico restaurante en la ciudad alemana de Ansbach, en el estado de Baviera. El ministro de Interior de la región, Joachim Herrmann, dijo este lunes que en el móvil del atacante se ha encontrado un vídeo en el que juraba lealtad al líder del Estado Islámico, Abubaker al Bagdadi, y más tarde, el ISIS reconoció que se trataba de uno de sus combatientes. 

La explosión se produjo a las diez de la noche cuando los alrededores del establecimiento se encontraban llenos de gente debido a la celebración de un festival de música cerca del lugar. Fuentes policiales han informado que el alcalde dio la orden de parar la música y un agente comunicó a los 2.500 asistentes lo sucedido. Al no haber autobuses ni trenes operativos a esa hora, la mayoría, vecinos de poblaciones aledañas, recorrió el camino de vuelta a casa a pie.

El único muerto es el hombre que llevaba el artefacto dentro de una mochila, según las autoridades, al que habían denegado el permiso de asilo en Alemania. Herrmann, explicó que había llegado hace dos años al país y que su solicitud de asilo fue rechazada, pero que contaba con un documento temporal y los servicios sociales le habían facilitado un apartamento. Herrmann ha añadido posteriormente que el hombre iba a ser deportado a Bulgaria.

En el móvil del hombre se encontró un vídeo con una amenaza en árabe  en la que, según una traducción provisional, anuncia un atentado contra  Alemania en nombre del Islam, dijo Hermann. En la habitación del albergue en el que dormía, la policía ha encontrado también un bidón de gasolina, ácido clorhídrico, pilas, alambres y guijarros. La agencia de noticias Amaq, vinculada a los yihadistas, dijo que el ISIS reconocía como propio el atentado y señalaba que el atacante había seguido el llamado del grupo a atentar contra países de la coalición que combaten al Estado Islámico.

El atacante había intentado suicidarse dos veces y había estado ingresado en un centro psiquiátrico. Herrmann aseguró en la conferencia de prensa convocada de urgencia a las 3.35 de la madrugada que no estaba claro si en esta ocasión tenía intención de suicidarse o de llevarse a otros con él a la muerte, aunque el hecho es que llevaba una mochila llena de explosivos y trozos de metal que podían haber provocado una tragedia mayor, añadió.

Durante este fin de semana se celebraba un festival de música al aire libre que atrae a bastantes visitantes. Según el ministro, el atacante había intentado acceder al recinto poco antes de la explosión, pero no le permitieron pasar al no tener entrada. De confirmarse, significaría que se ha evitado una matanza. Finalmente, hizo estallar los explosivos en el exterior del Eugene's, un bar especializado en vinos.

La policía ha desplegado un importante dispositivo de seguridad en la localidad, de 40.000 habitantes, en la que se encuentra una base militar estadounidense. Habitantes del municipio como las italianas Silvana Mustazzo y Rosa María Pitao, encargadas del Café Rialto instaladas en la localidad desde hace más de veinte años, despertaron a medianoche ante el ruido de los helicópteros policiales pero ven el hecho como un suceso aislado y se declaran enamoradas de Ansbach, a la que describen como una ciudad multicultural y tranquila en la que no hay problemas de drogas ni delincuencia.

Pero su postura aparece cada vez más apagada en el tenso debate abierto tras los ataques. Thomas Trivinski, trabajador de la base americana de Ansbach de 32 años que fue testigo de las carreras que siguieron a la explosión, comparte un sentimiento que aparentemente se extiende entre la sociedad alemana alimentado por los sucesivos episodios de violencia. Merkel tiene parte de culpa. No podemos abrir las puertas a todos, critica.

En la habitación del albergue en el que dormía, la policía ha encontrado también un bidón de gasolina, ácido clorhídrico, pilas, alambres y guijarros

El punto de mira está ahora en el más de un millón de refugiados que vive en Alemania. Este lunes por la mañana, un grupo de asilados conversaba en una céntrica plaza mientras se dirigían a clase tras la agitada noche. Uno de ellos, que prefiere no identificarse, proviene de Alepo (Siria) y tiene 22 años. Dice sentirse muy a gusto en Alemania. Ha perdido a amigos y parte de su familia en la guerra en la que su país sigue inmerso y ahora el Gobierno alemán le otorga una ayuda que le permite vivir y cuya cuantía prefiere no revelar. En su tiempo libre juega al fútbol, nada y sale con amigos, pero no está convencido de que los alemanes estén contentos de su presencia en el país.

A su lado, Sebastian Ali, de 32 años, lleva dos en Alemania, que aceptó su solicitud de asilo. Vive en una localidad cercana a Ansbach, pero estudia en el municipio. Nacido y criado en Mosul (Irak), se declara cristiano, lleva un brazo tatuado y es amante de la música heavy, Todo el mundo ha perdido a alguien dice sin dramatismo cuándo se le pregunta si tiene familiares o amigos fallecidos en el conflicto que viene asolando su país. Sobre su acogida en la ciudad, ha vivido experiencias de todo tipo. No tengo problemas con los alemanes, la mayoría te ayuda. Pero a veces te encuentras a gente que te dice: vete de aquí.

Las consecuencias políticas de la semana negra que ha vivido Alemania están por determinar. Herrmann, el ministro bávaro de Interior, de la formación conservadora CSU, partido aliado de la CDU de Merkel de posiciones más derechistas, se ha declarado indignado por el ataque y, en un mensaje velado contra la política de acogida de refugiados de la canciller, ha insistido en la necesidad de reforzar los controles de los que viven en nuestro país.

La oleada de ataques ha exacerbado las críticas en Alemania hacia la decisión de Merkel de abrir las puertas de Alemania a los solicitantes de asilo que huían de las guerras de Afganistán, Siria e Irak. Y es que los golpes se acumulan sin apenas capacidad de asimilarlos. Es el tercer ataque violento en una semana en el estado de Baviera y el cuarto en Alemania. El viernes por la tarde un joven germano-iraní de 18 años, Ali David Sonboly, mató a tiros a nueve personas, la mayoría adolescentes, e hirió a otras 35 en un centro comercial de Múnich, antes de suicidarse. El estudiante, que llevaba un año preparando el ataque, había sufrido acoso escolar. Cuatro días antes, un refugiado afgano de 17 años atacó con un hacha e hirió de gravedad a varios pasajeros de un tren regional, en un acto reivindicado por el Estado Islámico.

Además, este mismo domingo un refugiado sirio de 21 años mató con un machete a una mujer embarazada e hirió a otras dos personas en Reutlingen, en el estado de Baden-Würtemberg, al suroeste del país. La policía descarta de momento que el ataque tenga vínculos islamistas y sospecha que se trata de un acto de violencia de género.