La recepción de un trasplante de riñón por un paciente canadiense que esperó apenas tres días en China causó una alarma inmediata entre cirujanos en la Sociedad de Trasplantes en Montreal.

El caso aumenta las dudas entre muchos médicos sobre si China ha cumplido su promesa de cesar el uso de órganos de prisioneros ejecutados. La práctica es ampliamente condenada por la Organización Mundial de Salud.

El doctor Huang Jiefu, jefe del sistema que supervisa los trasplantes en los hospitales chinos, ha sido el rostro público de los esfuerzos del país para cambiar sus prácticas de trasplantes. En el 2005, Huang admitió públicamente que médicos usaban órganos de prisioneros ejecutados. En el 2011, él y otros funcionarios estimaron que 65% de los órganos tomados de muertos provenían de reclusos ejecutados.

En una entrevista el viernes, Huang dijo que estaba confiado en que los hospitales bajo su supervisión estaban empleando órganos donados, pero admitió que las cirugías con órganos de mercado negro persisten.

“Aún nos queda mucho por avanzar", dijo.

Huang, ex viceministro de Salud, dijo que él habla con altos funcionarios sobre las reformas necesarias para ganar la confianza mundial. Entre estas, dijo, está una batida contra el tráfico de órganos y más regulaciones sobre cómo son procurados los órganos. China necesita además entrenar a muchos más médicos y hospitales para realizar las cirugías, dijo.

“Nuestros trasplantes de órganos deben depender 100% de donaciones civiles, voluntarias. De lo contrario, no podemos pararnos en el escenario mundial".

Se piensa que China ejecuta a muchos más prisioneros que cualquier otro país en el mundo, aunque la cifra es mantenida en secreto.