El duelo tenía tintes parejos, pero Chivas inició muy pronto una apasionada oda al ataque en velocidad.

Tres chicos del Guadalajara, Ángel Zaldívar, Chofis López e Isaac Brizuela acabaron con el partido en 30 minutos.

Bastó que emanaran la misma determinación para coordinar las carreras y detonaron el encuentro. Los defensas del América, agotados en perseguirlos, jamás vieron la luz.

Zaldívar abrió los huecos. De espaldas al arco, como imán, atrajo a los centrales Pablo Aguilar y Paolo Goltz y por ahí entro, en zancada larga, Chofis López sirvió a Brizuela, más avispado que el lento Osmar Mares.

Un gol de banquillo, de jugada pensada y repetida durante la semana, porque el festejo de Matías Almeyda con su cuerpo técnico fue enajenante, orgullosos de lo que habían practicado.

El gol le dio una competitiva confianza a las Chivas. Los huecos eran praderas y por ahí corrían con frenesí y desenfreno la sangre joven rojiblanca, haciendo pedazos al americanismo.

La triangulación fue mortal otra vez para las Águilas, incapaces a todas luces de detenerlos. Un bello taconazo de Zaldívar desquició todo, apareció López libre y cerró con justicia Brizuela en un jugadón que prendió al estadio en un mosaico rojiblanco.

El correr con ingenio e idea es señal de una virtud futbolística. Almeyda lo comprendió desde hace tiempo y lo impone en Chivas.

Sus jugadores atienden a ello y calibra a los tres más rápidos en el equipo. La contraparte, Renato Ibarra, Silvio Romero y Darwin Quintero, apenas si se entendieron, mientras en Chivas todos celebraban abrazados como en punto de reunión, juntos y apoyados.

Chofis López se fue a 20 minutos del final. Dejó el partido para que Brizuela ejerciera de asistente a Carlos Peña y abrochar una noche inolvidable para ellos.

Graduados los chicos veloces de Chivas, se regresaron arropados por los cánticos de la tribuna.