El presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, insiste en que México pagará por la construcción de un muro en la frontera entre ambos países, e incluso apunta que eso será parte de la renegociación del Tratado de Libre Comercio.

Este viernes, en entrevista con “The New York Times”, el magnate confirmó que, contrariamente a lo que había prometido en campaña, serán los estadounidenses los que asumirán el coste y después esperarán el reembolso. La idea es, según el futuro presidente, “acelerar el proceso” y no esperar mucho a que se construya, a pesar de que para ello se tengan que usar recursos de los contribuyentes estadounidenses. 

El reembolso se deja para cuando se llegue, dijo, a un nuevo acuerdo que sustituya al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) que “nunca se debió haber firmado”. Ese proceso puede tomar mucho tiempo y el muro, dijo, es prioridad.

“¡Todo el dinero gastado en la construcción del Gran Muro [por temas de rapidez] será pagado por México más tarde!”, tuiteó.

Su equipo comenzó a mantener contactos con legisladores conservadores para ver la viabilidad de destinar una partida presupuestaria al muro. La base legal está establecida (la Ley de Cerco Seguro de 2006, aprobado bajo el mandato de George W. Bush), y sólo falta el dinero. La estratagema de Trump es incluirlo en los presupuestos que hay que aprobar antes de fines de abril, para presionar a los congresistas si es que se quiere evitar el cierre del gobierno federal por falta de fondos. 

La prisa por la construcción del muro es, según el columnista Greg Sargent, una forma de contentar a las primeras voces críticas con el magnate con respecto a su tibia respuesta a la inmigración. Las opciones de éxito son escasas. Trump valoró el costo en 8 mil millones de dólares, pero los expertos triplican el precio hasta los 25 mil millones. Conseguir que el Congreso apruebe el desembolso de ese dinero se plantea casi imposible.

En el último intento, en 2013, se rechazó 46 mil millones en una década para seguridad fronteriza. Aceptar la presión de Trump abriría muchas dudas en el Partido Republicano y daría munición a los demócratas por el gasto de dinero público, el posible aumento de impuestos y la desaprobación de la opinión pública a la construcción de la valla (54%).