A tres años de haber publicado Genealogía de la soberbia intelectual, el narrador y ensayista Enrique Serna sostiene la crítica al grupo de intelectuales que se esfuerzan por mostrarse superiores al resto y que en dicha obra desarrolla.

Se trata de un ensayo que muestra las similitudes entre eruditos de distintas épocas que quieren reafirmar su superioridad, un error que genera un abismo -que no debe existir- entre ‘cultura popular’ y ‘alta cultura”, ya que impide la comunicación de ideas y sentimientos, del conocimiento”, comentó el escritor durante su participación en la edición número 30 de la Feria Nacional del Libro.

En la presentación de dicha obra, en las Salas de Cine de Arte del Complejo Cultural Universitario, el maestro Enrique Serna, quien también es colaborador de Letras Libres y Nexos, criticó la postura de filósofos, artistas, literatos y otros intelectuales de compartir su conocimiento sólo con un grupo élite y no divulgarlo a las masas, por creer que socializar su saber es como “darle margaritas a los cerdos”.

El autor de El seductor de la patria, Ángeles del abismo y La sangre erguida señaló que esta casta intelectual se vale de recursos como el argumento de la autoridad, que es como cuando un niño recibe de su padre una objeción del tipo: “La cosa es así porque lo digo yo”, instaurado incluso entre pares y a lo largo de distintos periodos.

Esto permite que las nuevas ideas no requieran ser fundamentadas y eso genera un gran estancamiento, tal y como ocurrió en la Edad Media, por los religiosos que no daban lugar a las objeciones, o entre gran número de poetas contemporáneos, que escriben sólo para un grupo élite de colegas, que es el único sector con la facultad de evaluar su trabajo”, consideró.

Como consecuencia, continuó el autonombrado “lector asiduo de poesía”, mucha de la producción literaria hoy en día es basura. “Al utilizar un lenguaje rebuscado e inaccesible para los lectores no especializados, sólo unos cuantos pueden determinar la calidad de los textos, generalmente grupos a los que los propios autores pertenecen. Esto da como resultado que sólo sean bien recibidos por la crítica aquellos que están inmersos en esas esferas”, apuntó.

Esta tendencia, dijo, se ve en el snobismo, concebido como una admiración infundada o ridícula por lo que dicta la moda, ya que los snobs ven a la cultura como un vestido y no como un alimento.

Al aceptar únicamente lo que los críticos de arte ven con buenos ojos, para sentirse parte de una élite, convierte al snob en uno más del montón, en uno de aquellos que tanto critican por aceptar con agrado lo que popularmente está de moda”, afirmó.