Trump ha entrado en zona oscura. Si en campaña su inexperiencia política jugó a su favor, ahora su incapacidad para distinguir los límites se le está volviendo en contra. El último ejemplo ha sido el explosivo descubrimiento, revelado hoy por The New York Times, de que el presidente pidió al director del FBI, James Comey, que cerrase la investigación sobre el antiguo consejero de Seguridad Nacional, Michael Flynn, uno de los personajes más oscuros de la trama rusa.

La insólita presión, desmentida por la Casa Blanca, fue ejercida en el Despacho Oval el 14 de febrero pasado. Ocurrió al día siguiente de que el teniente general Flynn, después de 24 días en el puesto, hubiese sido destituido por haber mentido sobre sus conversaciones con el embajador ruso en Washington, Sergéi Kislyak. Tras una reunión sobre cuestiones de seguridad con otros altos cargos, incluido el vicepresidente, Trump pidió quedarse a solas con el director del FBI.

“Espero que puedas ver la forma de dejar esto pasar, de dejar pasar lo de Flynn. Es buen tipo. Espero que le puedas dejar ir”, le dijo el presidente. Comey guardó silencio y sólo comentó: “Estoy de acuerdo en que es un buen tipo”.

La reconstrucción, siempre según la versión del citado diario, figura en una nota que el director del FBI redactó al día siguiente de la reunión. Comey elaboró una por cada conversación que mantuvo con el presidente. Este tipo de documentos pueden ser requeridos en un juicio como prueba. Y ahora amenazan con salir a la luz y convertirse en un obús contra la Casa Blanca.

La relación entre el director del FBI, elegido por Barack Obama, y Trump saltó por los aires el martes de la semana pasada. El republicano le destituyó. Su caída se interpretó como un ataque a la línea de flotación de las investigaciones sobre la trama rusa. Este es el expediente más explosivo del FBI y que, bajo la férrea dirección de Comey, intentaba determinar si el equipo de campaña de Trump se coordinó conel Kremlin en la campaña que sufrió Hillary Clinton durante las elecciones. 

Tras su despido, el director del FBI guardó silencio, pero, ante los ataques cada vez mayores de Trump hacia su gestión y su persona, contestó filtrando una cena que había tenido el 27 de febrero en la Casa Blanca. En esa cita privada, el presidente le había exigido lealtad. “Seré honesto”, fue la contestación. Una respuesta a la que Comey, según sus allegados, atribuye parte de sus desgracias.

Esta reconstrucción, enfureció a Trump, quien el viernes montó en cólera y por Twitter amenazó a Comey para que callara: “Será mejor que no haya grabaciones de nuestras conversaciones antes de que empiece a filtrar a la prensa”.

Comey guardó silencio y desistió de declarar ante el Comité de Inteligencia del Senado. Pero hoy volvió a la luz. Con un nuevo escándalo. Y aún le quedan más notas.