Por: Carlos Gasca Castillo

Nos encontramos en el domingo veintitrés del tiempo ordinario y la Palabra de Dios que hoy recibimos nos lleva a considerar algunos elementos de carácter práctico, para la convivencia dentro de la comunidad cristiana.

Es muy cierto que en la medida en que nos vamos haciendo parte de una comunidad, en la convivencia cotidiana con la familia o en nuestros lugares de trabajo, vamos conociendo a las personas y vamos estableciendo vínculos. 

Esto no significa que en el trato con las personas todo sea perfecto, al contrario, muchas veces nos vamos dando cuenta que la convivencia cotidiana tiene algunas o varias dificultades, debido a las diferencias naturales de las personas.

Sin embargo, hoy la Palabra nos anima a asumir de forma más cristiana la forma de relacionarnos con los demás, y nos pone de frente a la llamada “corrección fraterna”.

Jesucristo comienza diciendo: “Si tu hermano comete un pecado”, es decir, estamos de frente a una realidad del hombre, que todos tenemos errores, que somos limitados, que podemos fallar.

Esto nos ayuda en primer lugar a tomar conciencia de que los personas con las que tratamos, es más, nosotros mismos, somos seres falibles, nos podemos equivocar. 

Esta forma de ver a los demás nos lleva a vivir en una constante desilusión respecto a las personas, pues aprendemos a ver a los demás en su justa dimensión, sin más ni menos, simple y sencillamente en su justa realidad.

Pasos a seguir

Después, el Señor añade una serie de pasos que los cristianos debemos seguir para ayudar verdaderamente a quien se ha equivocado. 

Lejos de escandalizarnos por los errores de los demás, los cristianos tenemos el deber de buscar los medios para que los hermanos reencuentren el camino y reorienten su vida. 

Por eso dice el Señor: “Ve y repréndelo a solas (…) ve con otros dos (…) díselo a la comunidad”.

Pero todo con una intención muy clara y muy concreta: “Si te escucha, habrás salvado a tu hermano”. Ese es el fin de la corrección fraterna, buscar la salvación del hermano.

No se trata entonces de enjuiciar o de exhibir las debilidades de las personas, sino ayudarles a que se reencuentren con Dios. 

Y mucho menos se trata de querer mostrar una superioridad moral, lo cual sería un acto de soberbia de parte nuestra, pues el que verdaderamente tiene la intención de ayudar a un hermano mediante la “corrección fraterna” debe ser muy consciente de sus propias debilidades, de modo que siempre sea Dios y no nuestra soberbia la que hable al hermano.

Fundamento de convivencia

Concluyo con unos versículos de la segunda lectura de hoy, que nos recuerda el fundamento de toda convivencia dentro de la comunidad cristiana, o de cualquier grupo de personas con las que ordinariamente convivimos. 

No tengan con nadie otra deuda que la del amor mutuo, porque el que ama al prójimo, ha cumplido ya toda la ley”. Que el Señor nos conceda vivir esta gracia del amor mutuo y que sepamos ayudarnos y servirnos mutuamente a través de la “corrección fraterna”.

Sea alabado Jesucristo.