Una mirada, rostro sonriente, brillo en los ojos, disponibilidad y actitud para ponernos en movimiento ante cualquier necesidad de la persona a la que se ama, eso es amor.

Este domingo, el Evangelio nos habla de un tema que es fundamental en la vida del cristiano: el amor.

Un doctor de la norma, le pregunta a Jesús: “Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la ley?”

Ante el cuestionamiento, Jesús responde: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente, y a tu prójimo como a ti mismo”.

La vida del cristiano, siempre debe estar regida por este mandamiento: la ley del amor. Qué difícil y hermoso es hablar de este tema, pues toca lo más íntimo del ser humano. 

“Amar es dar hasta que duela y algo más”, nos comentaba la Santa Madre Teresa de Calcuta. Cuánta razón tiene esta santa, pues el que ama tiene que dar todo por complacer y hacer feliz a la persona amada; es dar sin esperar nada a cambio, es morir a uno, para que el otro viva. Es encontrar mi felicidad en la felicidad del otro.

“Amar es entregarse, olvidándose de sí”, nos dicta un canto que habitualmente se escucha en nuestras celebraciones eucarísticas y, con el cual, estoy totalmente de acuerdo, pues cuando se ama, desaparece el “yo” para que aparezca el “nosotros”. 

No se trata de una autoaniquilación, sino de una integración, enriqueciéndome con el otro, porque el amor, siempre debe sumar y nunca restar.

El llamado a amar

Jesús nos manda a amar, y ese amor nos lleva a realizarnos, provocando en nosotros una gran felicidad y satisfacción, que se transparenta en nuestro rostro.

Amarás a Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y toda tu mente. Esto se debe reflejar en nuestra vida por medio de las obras. 

Si amamos a Dios, también debemos amar a nuestro prójimo, pues es lo que Dios quiere, y el que ama lo que busca es complacer al ser querido.

Esa es la razón por la cual nuestra primera lectura, tomada del libro del Éxodo, aterriza ese amor a Dios en obras concretas de amor al prójimo.

Juzgados con amor

San Juan de la Cruz nos recuerda que al final de los tiempos “todos seremos juzgados en el amor”. 

Ante esto, la pregunta es: nosotros, ¿estamos amando a Dios? ¿Cómo está nuestro amor hacia el prójimo? ¿Cómo tratamos a los demás? ¿Siempre buscamos el bienestar del otro?

Si la respuesta es positiva, sigamos adelante e incrementemos nuestras obras en favor del prójimo, pero si nuestras obras no están originando el bien a nuestros hermanos, es el momento de corregir nuestro camino y empezar a dejarnos penetrar por el amor de Dios, que se reflejará en el amor al prójimo.

Basado en lo que nos dice Jesús en su Evangelio, puedo afirmar que estoy en total sintonía con San Agustín, cuando nos dice: “Ama y haz lo que quieras”, pues el amor siempre se verá reflejado en la búsqueda del bienestar del otro, dando un gran testimonio, a semejanza de San Pablo y los Tesalonicenses (segunda lectura).