El viaje al mundo prehispánico de la muerte comenzó con la presentación de un grupo de difuntos costarricense de chicos y chicas; así las catrinas poblanas, muy a la mexicana, ataviadas con trajes de charro, adelitas y de los míticos guerreros aztecas con sus penachos comenzaron a festejar al ritmo de incansable bandas de música para hacer vibrar a más de doscientas mil personas, que vitorearon a las huesudas.

Aquí la fotogalería 

La noche se transformó en día, el culto a la muerte con su colorida celebración en territorio nacional desde la época prehispánica hasta la actualidad no pasa de moda, atrae a multitudes, así algunos ciudadanos se pintaron los rostros con colores multicolores para no desentonar.

Jóvenes y niñas quienes en lugar de sombreros y velos, llevaban adornos que simulaban alebrijes diminutos y los aluxes  en ese gran contingente, se convirtieron en estrellas principales del firmamento.

Los espectadores no perdieron momento alguno de la fiesta profana-religiosa para unirse a la gran fiesta bailando o tomarse fotos haciendo uso de sus teléfonos móviles o cámaras fotográficas para atesorarlas en sus álbumes familiares.

Algunas mujeres vestidas de novias, otras de riguroso luto, pero cantando en compañía de niños vestidos de smoking y sombrero con los rostros pintados dieron la impresión de descender del lienzo de la catrina inmortalizada por el muralista Diego Riego Rivera.

Los contingentes de bandas escolares dieron vida al recorrido con música mexicana, a su vez con la clásica del agente 007 James Bond, de igual manera el púbico también danzó por donde pasaba la caravana de bailarines disfrazados de calaveras que además no se cansaron de hacer acrobacias.

La noche continuó con la fiesta emotiva, provocada por niños y bandas en alusión a algunas comunidades donde se escuchan las clásicas polkas, así  las grandes calacas no faltaron a su gran fiesta del 2 de octubre.

Durante el recorrido el aroma a copal, humo, neblina,  tambores y  miedo conmemoraron el inframundo azteca, así los danzantes con los cuerpos pintados, invitaban al público a sumergirse en este pasado intangible, pero lleno verdad y color.

Las adelitas con fusiles gritaban ¡Viva México! apuntaban directamente al corazón de las calaveras, el chupar faros, ahora si no fue valido porque la muerte rodaba cercanamente; los sombrerudos y catrines, el folclor se transmitió de generación en generación, niños, adolescentes y viejos se enlazaron por unos minutos, mientras duraba la fiesta.

Las personas que asistieron indicaron que el desfile es una gran iniciativa porque el Día de Muertos es más que el halloween  gringo, porque así se preservará las traiciones mexicanas que hay que transmitir a las nuevas generaciones.

Los contingentes de las escuelas poblanas y academias de danza se convirtieron en la base medular del desfile 2017.

La muerte llegó a la ciudad, pero se encontró el gran festival de personas bailaban en el Día de Muertos que comenzó con algo de luz diurna y terminó en tinieblas.

El público aplaudió al pasar el contingente que honró la memoria de los fieles difuntos y como un señor aseguró: los hombres por muy infieles que seamos ¡siempre seremos recordados como fieles difuntos!

Cabe destacar, que el caos privo en esta edición porque faltó organización, el público tapo  el paso de los contingentes, después de la Fiscalía, los pocos uniformados que iban al frente, bailaron con la huesuda más fea, con ese monstruo de las mil cabezas.