Las piezas del rompecabezas del terror empiezan a componerse en Texas. La policía presume que Devin Kelley cometió la masacre del domingo en la iglesia baptista de Sutherland Springs, con 26 muertos y 20 heridos tras soltar una lluvia de balas de fusil semiautomático, por "problemas domésticos". El asesino, de 26 años, había amenazado a su suegra, que asistía a la iglesia que atacó –aunque este domingo no había ido a misa–. Kelley murió tratando de escapar del lugar de la masacre. Era un exsoldado expulsado de la Fuerza Aérea por maltratar a su esposa y a su hijo.

Mientras la policía va desgranando lo sucedido, los lugareños de esta zona rural y de fuerte raigambre religiosa permanecen desgarrados por la masacre. Charlie Young, expolicía de 71 años, barruntaba esta mañana apoyado en su furgoneta: "Esto es cosa del diablo. Él sabe que cada vez falta menos para el día de la llegada de Jesús y está aprovechando el tiempo que le queda. Y está haciendo bien su trabajo". Young, un texano amable de bigote blanco, no cree que exista un problema con la regulación del acceso a pistolas y rifles en Estados Unidos. Repite el mantra de los defensores de las armas: "Ellas no matan. Matan las personas. Nosotros hemos crecido entre armas y nunca hemos tenido problemas", dijo mirando a su amigo Connie Ring, 82 años, conductor de tráiler retirado, animándolo a hablar.

Dentro de la capilla de Sutherland Springs los fieles celebraban su fe. Fuera Kelley apretó el gatillo. Rodeó la iglesia regando de balas el interior y luego entró. Siguió disparando. A algunos los mató acercándose a ellos y ejecutándolos a sangre fría. La víctima mayor tenía 77 años de edad y la menor apenas año y medio. Alrededor de una docena de menores fueron asesinados por Kelley, según avanzaron las autoridades. Allí dentro, en esa iglesia hecha infierno, murieron a balazos una abuela de la pareja del asesino, una mujer embarazada de ocho meses y sus tres hijos; murió la hija de 14 años del pastor de la iglesia; murió un jubilado que se dedicaba a ir por cárceles a leerle la Biblia a los presos; murieron ocho miembros de una misma familia; y una pequeña se salvó, escondiéndose bajo un banco. La iglesia grababa sus eventos y existe un vídeo de lo ocurrido en poder del FBI.

Los investigadores vislumbran que la carnicería de Kelley pudo tener como espoleta "sus problemas domésticos". Despedido del Ejército en 2012 por violencia doméstica, Kelley, que vivía a unos 60 kilómetros de Sutherland, se desplazó a cometer su barbaridad hasta la misma iglesia baptista a la que solía acudir su suegra. Ella no había ido esta vez a la capilla. "Sabemos que Kelley le había enviado mensajes de amenaza pero no podemos dar más detalles", ha dicho a la prensa el portavoz de Seguridad de Texas, que descartó otras conjeturas: "Esto no tuvo una motivación racial ni tampoco tuvo que ver con las creencias religiosas".

El Estado de Texas le había denegado a Kelley una solicitud para la portación de armas. Su negativa historia militar le puso trabas, pero no las suficientes. Lo que sí logró fue una licencia de seguridad privada que le permitió comprar el fusil.

Además de los 26 muertos hubo 20 heridos y diez se encuentran hospitalizados en situación crítica. El domingo negro de Sutherland Springs es la mayor matanza con armas de fuego cometida por un tirador solitario en la historia moderna de Texas, y por ahora la quinta peor registrada en Estados Unidos, solo un mes después de la más fatidica, en Las Vegas, que dejó 58 muertos en un concierto.