Los sensores que escuchan permanentemente los océanos en todo el mundo por cuestiones militares lograron registrar la explosión del submarino ARA San Juan, el mismo día en que se le perdió la pista, el miércoles 15. Pero el dato solo se confirmó este jueves, después de múltiples análisis. El casco puede estar sepultado en un abismo a 3.000 metros. Las esperanzas de encontrar con vida a sus 44 tripulantes son mínimas, por lo que las víctimas empezaron a lanzar críticas a los militares argentinos. La explosión de este buque de 1985 se detectó tanto desde EEUU como desde una organización de la ONU que registra actividades nucleares.

Nadie quería decirlo abiertamente, pero incluso algunos familiares se temían lo peor hace días. Después de una semana de intensa búsqueda, con 10 países implicados, no había ningún rastro del submarino. Los expertos insistían en que lo más llamativo de todo era que sus tripulantes no hubieran puesto en marcha ninguno de los múltiples protocolos de emergencia previstos. Nadie quería hablar abiertamente de explosión, pero estaba encima de la mesa porque era la única forma de explicar que se hubiera perdido todo contacto de forma repentina y que no hubiera dejado siquiera una boya o una bengala para avisar que tenían problemas.

Argentina no detectó nada raro en sus aguas, pero sí EEUU y un organismo dependiente de la ONU. Pero tardaron una semana en comprobarlo y contarlo, y eso desató la ira de algunos familiares. Enrique Balbi, portavoz de la Armada, confirmó que habían recibido de esas dos fuentes la misma información. El miércoles, EE UU comunicó a Argentina que después de analizar todos los registros había detectado que hubo un ruido anormal en la zona donde desapareció el submarino el miércoles pasado. Esa “anomalía hidoroacústica” se registró cuatro horas después del último contacto con el submarino.

Pero faltaba la confirmación, que llegó el jueves. La Organización del Tratado de Prohibición Total de Pruebas Nucleares, con sede en Viena, que cuenta con una red de estaciones acústicas para verificar la no realización de ensayos nucleares, aseguró que ellos también habían notado ese ruido especial. “Se recibió un evento anómalo, singular, corto, violento y no nuclear consistente con una explosión”, señala este organismo, que explicó que dos estaciones suyas detectaron "un evento impulsivo subacuático, una señal inusual en las cercanías de la última posición conocida del submarino argentino desaparecido". Todo coincide y apunta a una explosión del submarino.

Ese ruido quedó registrado el miércoles 15 a las 10:51 horas. Es el día del último contacto con el submarino, a las 7.00 de la mañana, en el que los oficiales comunicaron que tenían una avería eléctrica. Balbi ofreció una información aún más inquietante de la zona donde se detectó la explosión: "Está a 430 kilómetros del punto más cercano de la costa del Golfo San Jorge y en un radio de 125 kilómetros. Está muy cerca del talud, hay muchas variedades de profundidad, va desde los 200 metros hasta 3.000 metros".

Esto es, el submarino, que aún no ha sido localizado, podría estar en un abismo marino. 25 barcos y 10 aviones de 10 países lo siguen buscando, pero ahora de una manera muy diferente, ante las escasas posibilidades de encontrar supervivientes. Según la Armada, podría tratarse de una implosión, y por eso tendría sentido que en todo este tiempo no haya aparecido ningún trozo del submarino pese al enorme dispositivo aéreo y marítimo desplegado.

Los familiares entendieron rápidamente el mensaje e interpretaron que tenían que pasar de la angustia al duelo. Luis Tagliapietro, padre de Damián, uno de los tripulantes, fue muy gráfico. “El jefe de mi hijo me confirmó que están todos muertos porque la explosión fue entre los 200 y 1.000 metros de profundidad hace una semana. Es básico, no hay mucha vuelta para darle. No hay ser humano que sobreviva a eso”. Otros fueron durísimos con los militares, les acusaron de mentirles, de jugar con las vidas de sus hijos, maridos, hermanos.

Muchos familiares están convencidos de que los militares sabían desde el principio que el buque había explotado y les dieron falsas esperanzas. Se sintieron engañados y culparon a la Armada por enviar a sus familiares a navegar en un buque de 1985, que había sido renovado para darle más años de vida. El militar Carlos Zavalla, ya retirado, que estuvo en Alemania supervisando su construcción durante casi tres años y fue su primer comandante, asegura que el buque podía seguir navegando. “Los submarino se reparan, se actualizan, este tuvo una reparación grande hace dos años, estaba operando sin problemas”. Algunos familiares sin embargo empezaron a contar que había mucha inquietud entre los marinos por la edad del submarino.

El caso amenaza con convertirse en una bomba política. En la última semana hubo tensiones entre el Gobierno de Mauricio Macri y la cúpula militar, por lo que es posible que haya decisiones políticas fuertes. Los militares ocultaron parte de la información durante las primeras horas, y el ministro de Defensa, Oscar Aguad, se enteró por la prensa de que había un submarino perdido. Pero el problema de fondo es otro.

El estado de abandono de las Fuerzas Armadas argentinas del que hablan los familiares ya fue denunciado incluso por una aliada política de Macri como Lilita Carrió. Después de una terrible dictadura militar (1976-1983) que dejó una pésima imagen del Ejército en todo el país, y tras varias crisis económicas que han afectado a todas las estructuras del Estado, el gasto militar es de los más bajos de Latinoamérica, como se ha comprobado en la necesidad de acudir a buques de otros países con tecnología mucho más avanzada para tratar de localizar el submarino.