1. Encontramos en Isaías el tercer canto del siervo, donde el sufrimiento y la confianza son el distintivo de aquél que ha sido llamado a la fidelidad recorriendo el camino de la escucha de la Palabra, con la finalidad de consolar. Su misión es enseñar a los temerosos del Señor, y a los extraviados y carentes de claridad. Pero su misión estará acompañada de la experiencia del dolor: enfrentará hostilidad y agresión física, pero será fortalecido en la fidelidad, pues su esperanza radica en el triunfo definitivo que Dios le concederá. Sus pesares son semejantes a los de Jeremías, con la diferencia de que el siervo sufrirá en silencio, sin lamentarse, no pide venganza contra sus enemigos y perseguidores, pues el Señor está de su parte.

2. “Caminaré en la presencia del Señor”, es sin duda una oración de total abandono y confianza en que Dios no se aparta de su siervo, y el salmista sugiere al pueblo recorrer la historia presente, aún cuando los tiempos parecen solamente ofrecer peligros de muerte: mas aún, precisamente este es el mejor momento para verificar esta certeza, pues Dios no ha de permanecer inmune, ya que no puede menos que escuchar la voz suplicante del que clama desde el dolor, la confusión y la oscuridad. La acción de gracias será, entonces, la feliz consecuencia de haber caminado en el sendero de la gracia y la sencillez.

3. Vayamos al tema de la fe y las obras en la carta del apóstol Santiago. El recuerdo de las palabras con las que Jesús denuncia la incoherencia de los escribas y fariseos: “Ustedes hagan y cumplan lo que ellos digan, pero no imiten sus obras; porque dicen una cosa y hacen otra”, o la invitación a los discípulos, en el sermón de la montaña, a convertirse en sal y luz: “Brille igualmente la luz de ustedes ante los hombres, de modo que cuando ellos vean sus buenas obras, glorifiquen al Padre de ustedes que está en el cielo”, son ahora la materia central del discurso de Santiago, para resolver el conflicto de quienes se consideran graduados en la fe, sin ofrecer el mínimo testimonio mediante acciones concretas que cristalicen dicha presunción. Tras la diatriba (interlocutor imaginario) y la pregunta retórica, viene la enseñanza sobre la fe que se palpa en verdadera misericordia, sobre todo con los pobres y necesitados.

4. Y finalmente llegamos al Evangelio. Cesarea de Filipo es el escenario: este lugar se convierte en testigo del itinerario misionero de Jesús. La alusión al camino es un dato teológico que frecuentemente resalta la decisión de Jesús para subir a Jerusalén. Mientras la gran multitud sigue sin lograr identificar con claridad a la persona de Jesús, su origen y sus alcances, los discípulos, en la persona de Pedro, han caminado hacia una mayor comprensión de su persona, pues son capaces de confesarle como el Mesías, el Cristo, el Ungido. Marcos también nos ofrece la idea confusa en Pedro sobre el mesianismo de su Maestro: frente al anuncio de la Pasión, surge una persuasión, fruto de la tentación de creer que el triunfo y la gloria no se asocian al dolor, al sufrimiento y en definitiva, a la cruz. Este escenario bochornoso se convertirá en el motivo para que Jesús exponga a los discípulos las condiciones de su seguimiento genuino: renunciar a sí mismo, cargar con la cruz y seguirle, son el nuevo itinerario para salvar la vida que, paradójicamente, se pierde por la causa del Evangelio.

5. Y ahora pensemos, ¿qué actualidad tiene esta Palabra en nuestros días? Sin duda, encontramos en nuestro entorno, hermanos y hermanas que viven sumidos en el dolor, con corazón apocado (según la liturgia del domingo pasado), personas que difícilmente avizoran nuevos y hermosos horizontes; en medio de la tribulación sufren como si no tuvieran esperanza, en la enfermedad no solo experimentan el dolor físico, sino también el abandono de los suyos y la imposibilidad de llevar puntualmente un tratamiento debido a las carencias económicas; rostros de pequeños abandonados por sus progenitores, echados a su suerte como si su vida fuera de menor valor que la de una mascota, y así, creciendo en círculos delincuenciales y de altísima marginación, por la pobreza y el hambre; rostros de adolescentes y jóvenes que hoy no son escuchados ni acompañados en sus inquietudes propias de la edad, y que mas bien son condenados como si fueran personas ajenas a este mundo.

6. Hoy Cristo está en el rostro de una humanidad lastimada, herida y muchas veces moribunda. Sin embargo, la indignación que nos provoca contemplar estas realidades no equivale a una fe que incrementa su conocimiento, sino que interpela nuestra manera de ser hijos de Dios mediante un acercamiento misericordioso, que es capaz de devolver la alegría hasta lo más profundo del corazón, que se conmueve y actúa a favor del que lo ha perdido todo, y le ofrece la experiencia de Dios para que le convierta en artífice de consuelo y esperanza.

Que Jesucristo, rostro de la misericordia del Padre, nos permita comprender la fe en el sendero de la Cruz, y María Santísima nos cobije en el sendero de la esperanza para reconocernos verdaderamente hermanos. Así sea.

P. Fernando Luna Vázquez