El reloj marcaba nuevamente 13:14, con el nervio e incluso mareos, los participantes del Macrosimulacro -del que formó parte Puebla-, recordaban en silencio los tres minutos en los que Puebla se vino abajo, tres minutos que dejaron como resultado 45 muertos y más de 12 mil viviendas afectadas. 

El fantasma seguía ahí, 365 días después la imagen de la Angelópolis caída aún golpea la memoria colectiva, y un Centro Histórico que se pintó de rojo en las baquetas. 

Con nostalgia en el rostro y la voz cortada, aquellos que vivieron el sismo de 1985 y el de 2017, comentaban la imposibilidad de que la misma desgracia ocurriera el mismo día pero con años de diferencia.

Los millennials narraban que luego del temblor, olvidaron diferencias y se unieron a cargar víveres, otros, con sus autos iban y llevaban ayuda, acudían a los municipios más lejanos a levantar escombros, sus rostros dibujaban una sonrisa de satisfacción, pero una mirada nostálgica de recordar los hechos que marcaron un antes y un después de esta generación. 

En el Centro Histórico de la capital poblana, los cuerpos de bomberos realizaron una representación del rescate de personas al interior de un hotel y dentro de un vehículo, los curiosos se acercaban y miraban, algunos consternados, pues no se habían enterado que se trataba de un supuesto rescate. 

El Centro Integral de Servicios (CIS), diversos hospitales y cientos de escuelas se unieron al Macrosimulacro nacional. 

Al unísono 

No faltaron las personas a las que la nostalgia las invadió, y algunas lágrimas se hicieron presentes, los abrazos de consuelo y las palabras de aliento también estuvieron ahí. 

En todos los rincones del país donde se realizó el Megasimulacro, se levantó el puño, un símbolo de unidad que eriza la piel cada vez que uno mira las imágenes, pues en ellas, se refleja la esperanza de un país que sigue de pie.