Una mezcla de olor de cempasúchil con incienso, en medio del camino de pétalos amarillos, dan la bienvenida a los espíritus de los muertos en Huaquechula.

Y para ser mejor acogidos, los altares monumentales llegan hasta los techos del cuarto más importante de la vivienda, ofrendas que han alcanzado la fama nacional y hasta internacional.

Los deudos de Eleno Vargas, invirtieron más de 50 mil pesos en la elaboración del altar y comida que dan a cientos de personas que los visitan este 1 y 2 de noviembre.

La tradición señala que, desde las dos de la tarde, don Eleno visita a sus familiares, quienes hacen la fiesta en su honor encumbrada con el enorme altar de tres pisos.

Con la canción de Amor Eterno, un mariachi al pie del altar inició el repertorio de sus melodías favoritas.

Al mismo tiempo, la familia repartió mole, agua de Jamaica y tamales de frijoles a los visitantes sin discriminar a nadie, todos sentados en enormes filas ante las mesas.

“Toda la familia reunida, todos cooperamos, él viene y está acá, hoy llegó a las dos de la tarde”, dijo Josefina Vargas Rivas, hija de don Eleno, fallecido justamente hace un año.

 


La tradición

Tal vez, la más afamada de las tradiciones en Puebla sea la del municipio de Huaquechula, donde desde el pasado 28 de octubre hasta el 2 de noviembre, se colocaron 35 ofrendas monumentales a las personas que fallecieron en el último año, siguiendo la costumbre que data desde 1450, antes de la llegada de los españoles.

Los preparativos para la celebración comienzan desde el instante del fallecimiento de un miembro de la familia. 

En punto de las 2 de la tarde del 1 de noviembre, con una campanada del templo de San Francisco, inició la conmemoración de “Temporada de Muertos” en Huaquechula.

Las ofrendas blancas y monumentales instaladas en la región han tomado gran fama desde 1997, consideradas como Patrimonio cultural del estado de Puebla.

Los deudos ofrecen por tradición chocolate de agua y pan a los visitantes, además se les invita a comer mole y pipián.

En entrevista a Intolerancia Diario, al pie de un altar, Carlos Ismael Ponce Vargas, presidente municipal de Huaquechula, señaló que los pobladores no piensan en alguna derrama económica, por el contrario, lo que quieren es dar el servicio en honor a su difunto.

“Gran ánimo de la gente, estamos celebrando nuestras tradiciones dejadas por los antepasados, se está disfrutando, lo que todos celebramos en todo México”, destacó.

Refirió que en estos días llegan a Huaquechula hasta 70 mil visitantes, por lo que la seguridad está reforzada.

“No hay derrama económica, lo que se acostumbra es que la gente te invite a comer sin ver ningún beneficio, los dolientes se esmeran y gastan la verdad muchísimo, pero es la tradición”, refirió.

La ofrenda

La ofrenda es un conjunto de elementos que se le ofrecen al ánima y que en vida fueron de su agrado. Así se colocan pan, hojaldras, chocolate, mole, tamales, frutas y dulces de la temporada, incluso música u otros gustos del difunto, como cigarros o licor.

Existen tres tipos de ofrendas: nueva, vieja y al “anima sola”. El altar y ofrenda “nueva” se hace en honor de las personas que murieron durante el año, previo a la fecha de inicio de la celebración.

Este tipo de ofrenda es colocada en un altar de aproximadamente tres metros de altura y tres de ancho. Su elaboración y arreglo implican grandes gastos para las familias, así como la movilización de sus parientes, deudos y amigos más cercanos.

También, el altar está compuesto por tres pisos y, de acuerdo con la tradición, el primer piso significa la vida en la tierra, por lo tanto, en este nivel se coloca la comida y objetos que fueron del agrado del difunto o que empleaba en su trabajo.

También se puede incluir la representación de un ataúd, además es colocada la fotografía del difunto a veces mirando hacia un espejo (lo cual permite, dar profundidad al diseño del altar).

El segundo piso representa la unión de lo terrenal con lo divino. En el tercer nivel se representa lo divino. En este último se coloca una imagen religiosa o crucifijo, generalmente con una copa de vino de consagrar cubierta con la hostia.

Todos los altares son de satín blanco y sobre las orillas están usualmente adornados con papel dorado. Además, cuentan con pequeñas esculturas de ángeles, algunos llorando en señal del duelo de los familiares.

La ofrenda “vieja” se dedica a las personas que murieron años atrás pero aún se les espera con las cosas que en vida les gustaron. En este caso, la ofrenda se prepara con alimentos cocinados, frutas y flores, destinada a uno o más difuntos.

La ofrenda al “anima sola” se dedica a aquellos que murieron hace mucho tiempo y con los cuales la población ha perdido un contacto genealógico.

Para celebrarlos, en las calles del pueblo se construye un nicho de madera o de ladrillo, en donde se coloca una veladora, un vaso con agua y flores.

El altar es la estructura que se arma con tablones y cajones de madera, de acuerdo a las posibilidades económicas de la familia y de la creatividad del compositor de la ofrenda.

Las impresionantes estructuras llegan a medir hasta 3 metros de altura revestida por una brillante tela llamada satín que puede ser blanca o de color azul cielo, verde limón, azul turquesa, o rosa mexicano, pero nunca color negro.

Tachuelas o alfileres sirven para dar forma a los abultados pliegues, logrando caídas suaves.

Cada nivel de la estructura está marcado por cartulina troquelada, delineando figuras de herrería, llamadas bárrales de muertos, que le indican a las ánimas el camino a seguir.

 


Significado de los altares

Primer nivel

Representa el mundo terrenal. En este nivel se coloca el rosquete, pan de muerto, pan de agua o blanco, la hojaldra, la cera, el agua, una fotografía del difunto, incienso y copal, flor de cempasúchil o flor de muerto.

Segundo nivel

Representa la unión del cielo con la tierra o lo humano con lo divino.

Tercer nivel

Está relacionado con el cielo o la máxima divinidad, siempre representado con una cruz.