Fernando Savater condenó la política de combate al narcotráfico, donde se persigue a los "narcos" pero no se hace nada para frenar el consumo de drogas, por lo que aseguró que está destinada al fracaso.


Asimismo, al hablar sobre la relación entre impunidad y legalidad, el intelectual iberoamericano criticó que se quiera perseguir al criminal y no la conducta delictiva.


En su severa crítica, también afirmó que cuando se extermina a los delincuentes se trata de ocultar los fracasos de las políticas de seguridad: "ofrecer el espectáculo puntivo del castigo de unos pocos oculta la ineficacia en el control de muchos más".


En tesitura liberal, el filósofo y autor de libros como ?âtica como amor propio, discernió sobre la laicidad de las leyes: "la ley no está para castigar vicios o pecados, ni para prevenir vicios o perseguir lo que las religiones consideren como pecados, pues los delitos se establecen siempre de manera laica. No se debe utilizar la religión para o convertir todo lo que es pecado en delito."


Además, pidió que no se confunda la acción criminal con la persona que cometa esa acción, ya que la sociedad debe tener el deseo de que el delincuente corrija su acción; también advirtió que el exterminio del delito no significa el del delincuente, sino su reconstrucción cívica como sujeto:


Savater acotó que la relación entre seguridad y libertad debe ser equilibrada, por lo que la seguridad y el combate a la marginación e ignorancia deben ser los requisitos para una sociedad democrática ya que sin ellos la democracia es impensable: "una de las cuestiones fundamentales que tiene que garantizar o respaldar la legalidad es la seguridad, una como integridad física o de integridad de las personas; es una de las formas de seguridad que durante mucho tiempo la izquierda ignoró porque creyó que no era un tema progresista".


El filósofo explicó que no hay libertad sin seguridad, creer que una persona puede ser libre viviendo en una situación de seguridad ‚Äîdijo‚Äî es ilusorio. "Hay dos enemigos de la democracia, que son la miseria y la ignorancia. Donde hay miseria y hay ignorancia es muy difícil que hablemos de un sentido propio de democracia."


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Fernando Savater se cruza de brazos, observa el techo, su mirada se pierde mientras el magistrado Ricardo Velázquez diserta sobre el futuro de los juicios orales.


Habla desparpajadamente sobre la libertad y el Estado Laico; sobre la ley y la moral; lo más denso que cita es a un tal Kant, su tono es ligero y apropiado para su concurrencia.


El auditorio está compuesto de algunos burócratas, estudiantes, magistrados del tribunal superior y una docena de guaruras con walkie talkies que se desparraman en los sillones; todos siguen las palabras de un Savater que cuando le toca presentar el libro del magistrado Velázquez, lo hace con la vehemencia de la disculpa y la digresión: "ustedes son los especialistas", dice.


El filósofo se contiene, con los brazos cruzados sobrevive a los discursos de los abogados Ricardo Velázquez, exconsejero jurídico del gobierno de Mario Marín, y Juan Velázquez, defensor de expresidentes de la república como Luis Echeverría Álvarez y Carlos Salinas de Gortari.


El otro personaje que hace uso de la palabra es el secretario de Seguridad Ardelio Vargas Fosado.


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Savater, quien unos momentos antes habló sobre la libertad sin mucha pasión, sale escoltado por cuatro guaruras que le abren el paso, como si se tratara de un funcionario gubernamental.


Baja muy de prisa las escalinatas del Centro de Convenciones, como si una turba lo siguiera, sube a una camioneta Suburban como si algún Caín fuera detrás de él, y se arrincona en la camioneta.


Un par de sus lectoras ‚Äîdos señoras encopetadas‚Äî intentan acercarse a él pero los guaruras les cierran el paso. La Suburban se pone en marcha.


Los guaruras suben de súbito a una camioneta blanca con batea, arranca la Suburban, y como si viviera en un Estado de sitio, la camioneta que lo escolta rechina las llantas.


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La presencia de Fernando Savater se volvió una hoguera de confesiones. Por ejemplo, el secretario de Seguridad, Ardelio Vargas Fosado, afirmó que en el país el problema de la seguridad ha pasado de ser un problema interno para volverse un problema nacional, y que solamente algunos lugares del país ‚Äîcomo Puebla‚Äî se salvan de la ola de violencia.