Con cañones que disparaban balas de humo con los colores de la bandera de México —y al final el vuelo de cuatro aviones Phantom—, el Ejército mexicano volvió 149 años a derrotar al ejercito invasor.
En el cerro del Tepozúchitl, donde se encuentran las instalaciones de la 25 zona militar unió a los dos bandos para recordar con una escenificación la Batalla de 1862, vista por el presidente Felipe Calderón Hinojosa y el gobernador Rafael Moreno Valle desde la parte alta, mientras al menos mil militares, vestidos con los trajes de época de ambos ejércitos, participaban como actores de la recreación.
La batalla parecía un tanto inspirada en la marcha “La Victoria de Wellington” compuesta por Beethoven en 1813, ya que en el inició la orquesta de las fuerzas armadas para acompañar el avance del Ejercito francés tocaba “Malbrouk se fue a la guerra”, y en el momento del enfrentamiento “La Marsellesa”.
Las melodías, conforme avanzaban los minutos y era repelido el Ejército francés desaparecían, o se escuchaban tristes, al igual que en la marcha de Beethoven, mientras el Himno Nacional mexicano cobraba fuerza hasta el triunfo.
En el cerro ubicado donde acamparon las tropas francesas el 4 de mayo de 1862, seguras de que ganarían la batalla, comenzaba a olerse la pólvora y se escuchaban los gritos de quienes interpretaban a los soldados mexicanos.
La batalla
Mientras el narrador recordaba la historia y las palabras de Felipe Berriozabal:
“Ante el imponente despliegue del enemigo, en el dramatismo de la hora vivida entonces por la patria, por supuesto, mucho más grave que el que ahora vivimos, se dirigió así Zaragoza a sus tropas, para arengarlas: ‘Soldados, hoy vais a pelear por un objeto sagrado, vais a pelear por la patria. Yo prometo que en la presente jornada conquistaréis un día de gloria. Nuestros enemigos son los primeros soldados del mundo, pero vosotros sois los primeros hijos de México y os quieren arrebatar vuestra Patria.
”’Soldados, leo en vuestra mente la victoria. ¡Viva la Independencia nacional y viva la Patria!’
”El 5 de mayo 1862, pasadas las once de la mañana comenzó el duelo de artillería entre los ejércitos francés y mexicano. Al cabo de hora y media los franceses lanzarían feroces ataques de infantería contra los fuertes de Loreto y de Guadalupe, aquí asentados.
”Las tropas nacionales pelearon valientemente en aquella jornada, sabiendo que en ello iba el futuro de la nación. Los franceses fueron así rechazados varias veces, pero volvían a la carga y cada vez con mayor fuerza.
”Cuando parecía que el enemigo alcanzaría su objetivo de llegar hasta Los Fuertes mismos, los valientes zacapoaxtlas se lanzaron en combate cuerpo a cuerpo contra el invasor.
”Los generales franceses, entonces, enviaron a lo más granado de su ejército, a los Cazadores de Vincennes, pero ni así pudieron avanzar y conseguir su meta. Comenzó a llover y granizar, y el combate se tornó aún más encarnizado.
”Derrotados final y totalmente, los franceses tocaron retirada hacia las cinco de la tarde de un día como hoy. El Ejército mexicano había triunfado.
El general Felipe Berriozábal, quien también fue parte medular en la victoria nacional, dijo a sus soldados: ‘Las águilas francesas han atravesado los mares para dejar caer al pie de la Bandera mexicana los laureles de Sebastopol, Magenta y Solferino. Habéis combatido a los primeros soldados del mundo y hoy sois los primeros en vencerlos’.”
En el campo de la batalla quedaban los cuerpos de los soldados caídos, el Ejército francés se retiraba a su campamento al que, por órdenes de Ignacio Zaragoza, ya no fue seguido a pesar de la insistencia de Porfirio Díaz para acabarlos ante la baja moral que tenían los franceses esa fecha.
La caballería se retiraba de manera espectacular del campo llevando como trofeo de guerra una bandera del imperio francés.
Felipe Calderón en su calidad de comandante en jefe de las Fuerzas Armadas veía con binoculares cada aspecto de la batalla desde un principio, mientras el gobernador Rafael Moreno Valle Rosas no tenía esa suerte, sin embargo alguien se dio cuenta y llevó dos pares más de binoculares, uno para el Ejecutivo local y el otro para secretario de la Defensa Nacional, Guillermo Galván Galván.
Quienes observaban los detalles eran los agregados militares del gobierno francés invitados al evento, vestidos con sus uniformes de gala blancos, pareciendo recordar la frase del poeta Victor Hugo a los mexicanos, “no es Francia quien hace la guerra, sino el imperio”.
Al terminar la batalla, uno a uno de los caídos se fue poniendo de pie. El cielo de Puebla se vio invadido por cuatro aviones Phantom que volaron a baja altura sobre el evento, mientras otras tres aeronaves lanzaban humo formando la bandera nacional.
No faltó el militar que para esta fecha declamó el “Credo” de Ricardo López Méndez ante el llamado que había hecho Felipe Calderón Hinojosa durante la ceremonia de jura de bandera para creer en México.