“Está entrando gente… ah caramba es el presidente”, exclamó la cocinera del restaurante El Muelle, Soledad Parra, en Baja California Sur, en el momento en que vio atravesar la entrada a Felipe Calderón Hinojosa, acompañado por el gobernador Marcos Covarrubias.

El mandatario había inaugurado minutos antes la central solar fotovoltaica, donde pronunció un discurso en que se declaró “enamorado de México”, y anunció que sería breve para venir a esta comunidad a tomar “un cafecito”.

“Voy a tratar de ser breve. Me siento muy contento de estar aquí, no sólo por el enorme cariño que le tengo a Baja California Sur. Yo soy un enamorado de México; ciertamente estoy consciente de las maravillas de este estado”.

Minutos después fuera de agenda, se dispuso de vehículos que en unos 25 minutos llegaron al centro de la comunidad de Santa Rosalía, ante la sorpresa y el asombro de los lugareños, que en esos momentos transitaba, a pie principalmente, por el lugar.

Calderón Hinojosa descendió del vehículo en la iglesia de Santa Bárbara, la cual ya había visitado años antes, pero lo volvió a hacer, en esta ocasión acompañado por el gobernador Marcos Covarrubias, el secretario de Energía, Jordy Herrera Flores; el director general de la Comisión Federal de Electricidad, Javier González, y su secretaria privada, Aitza Aguilar.

En la entrada de la iglesia de Santa Bárbara en Santa Rosalía, se ubica una placa que da cuenta que este templo fue diseñado en 1884 por Gustavo Eiffel, construida en 1887 y expuesta en París en 1889, junto con la torre que se ubica en la capital francesa, obra del mismo personaje.

La iglesia, apunta la placa, estuvo en Bruselas, Bélgica, fue desarmada y posteriormente se ubicó en este poblado del municipio de Mulegé.

Calderón Hinojosa caminó una calle más hasta llegar al restaurante “El Muelle”, donde accedió a tomarse fotos con algunos lugareños, entre los cuales se encontraba Rosa María Acosta, quien sin ocultar su gusto por esta visita, sonreía emocionada.

A un lado de la barra de servicio, la cocinera Soledad Parra mantenía su sorpresa y asombro porque en el restaurante que a estas horas se encontraba vacío estaba “entrando gente”.