Con ocurrencias y gesticulaciones, ambos actores son capaces de provocar, durante una hora y 30 minutos, carcajadas y aplausos por parte de los espectadores.

En esencia, la obra de teatro pretende ser un relato serio, “profundo” e introspectivo de un hombre que se enfrentará a la muerte, con lo que tendrá que poner en la balanza todo aquello que ama y odia.

El relato arranca con Óscar Domínguez (Ochmann), en una recámara, cuando el reloj marca las 22:19 horas, mientras graba lo que aparentemente es un testimonio para las autoridades.

Óscar se encuentra al borde de la peor crisis existencial, lo que lo lleva a tomar una drástica decisión al ingerir una sustancia tóxica un tanto peculiar para quitarse la vida: Bótox.

A partir de ese momento, la obra sorprende al espectador, sobre todo porque el sujeto comienza a narrar de forma disparatada las razones por las que desea abandonar el mundo.

Ingerida la sustancia, que se usa popularmente en operaciones estéticas, aparece, como “caído del cielo”, una especie de supervisor celestial (Dupeyrón) sicoanalista, con tendencia a comportarse como interrogador de la policía, quien llevará a Óscar a confrontarse y a entender los mejores y peores momentos de su vida.

Según él, es su obligación, y de esa manera “El divino” determinará si deberá viajar hacia un sitio donde su destino podría ser peor que cuando estaba vivo o a otro menos tormentoso.

Así, Ochmann y Dupeyrón se enfrascan poco a poco en un duelo de interpretaciones que arrancan la hilaridad del público.
Veintidós, veintidós es una obra que Odín Dupeyrón escribió a lo largo de dos meses, y les llevó tan sólo 15 días de ensayo.

Los boletos se pueden adquirir en las taquillas del Complejo Cultural Universitario y en el sistema electrónico Súper Boletos. Zona VIP 500 pesos, Preferente 400, Platea y Luneta 350 pesos.