Tarde de paz. La tormenta solo en el cielo. Amenazaban los truenos. Y de vez en cuando amagó el granizo. El toro de Fermín Bohórquez que estrenaba la corrida era una maravilla de hechuras. Muy fino. Manseó de salida. Se le picó lo justo y humilló poco. Bautista no encontró gas, muy aséptico y al hilo. Más alto era el segundo, algo acarnerado y de lomo quebrado.

Se emplazó de entrada antes de que Juan del Álamo lo torease estupendamente a la verónica hasta el mismo platillo. Allí la media. Al caballo embistió pegando quiebros. Difícil de picar. Un quite de Diego Silveti fue la carta de presentación de sus credenciales. Soberbios los delantales. Respondió Del Álamo por cordobinas. Juan de Salamanca lo entendió en la media distancia desde un inicio que desprendió un cambio de mano y una trincherilla. Sobre la mano izquierda y a su altura el torero se acopló por esa mano.

Comprobó que si le bajaba la mano el toro le protestaría. Así que apostó por aprovechar las inercias, muy abierto con el toro. Por la derecha el toro no dio tanto de sí. Y el motor se apagó sin distancia. Se tiró a matar de verdad. Lastima de lo tendida que quedó la espada. El toro se tapaba la muerte para descabellar. Escuchó una ovación. Los más listos no le dejaron saludar. Ya ves. Cuando tocó el turno de Diego Silveti el cielo abrió las compuertas.

Una granizada de fuerza cinco. Bestial. Silleto el murube de Bohorquez. Bueno el saludo del mexicano a la verónica. Truenos y relámpagos. Lloviendo piedras. Las gaoneras del biznieto del Tigre de Guanajuato, nieto del Tigrillo, hijo de David, con la suerte cargada, fueron superiores. No importó que el ruedo se hubiera convertido en una laguna. A los medios se fue Silveti a brindar y a clavarse en los péndulos de su tío Alejandro. Pesaba la muleta. No importó. Por la derecha Diego corrió la mano. El toro no terminaba de humillar. Pero valía para estar con esa determinación. Por el izquierdo humilló menos. Empezó a caer el fondo del noble de Bohórquez. Las bernadinas, una de ellas cambiada, emotivas de verdad. Caía la mundial. Ni se inmutó Silveti. Pinchazo y media estocada en todo lo alto. Oreja meritísima.

El cuarto era un remiendo de Carmen Segovia de estupendo son. Mucha cara. Buenas hechuras y cuajadas. Juan Bautista desde el prólogo genuflexo con la muleta en la izquierda se sintió torero. "Lanzavientos" lo hacía por las dos manos. Mejor al natural. Bautista se relajó con caída de hombros y lo toreó con suavidad. Una naturalidad abandonada en las líneas naturales del toro. La muleta empapada. Menos eco en redondo. Sutil todo. Menos la contundente estocada. Por si misma valía la petición y la consecuente oreja.

Del Álamo salió a por todas. Vaya hechuras del quinto. Y cómo colocaba la cara en el capote. Juan lo lanceó de purísima madre a la verónica tras dos largas cambiadas de rodillas. Picó estupendo Óscar Bernal. Y Juan del Álamo volvió a estar con una cabeza privilegiada. Bien, bien por las dos manos. Muy largo el trazo. Buen toro Navajero II. Pese a su final a la baja. Quizá de faena exacta. Se atracó de toro Juan a la hora de matar. Tardó en echarse el toro. Cayó un aviso inoportuno. Y la oreja en justicia. Le supo administrar tiempos y espacios.

El sexto fue el más pesado y hondo de todos. Y lo acusó. Como si no viese bien de principio, se cruzaba. Se paró en la muleta de Silveti.

Zabala de la Serna | El Mundo.es