Para José Emilio Pacheco (1939-2014), la patria revestía un fulgor abstracto e inasible, de la cual valían la pena unos cuántos lugares, algunos ríos y algunos héroes de su historia.  

Premio Sofía de Literatura (2009), Premio Cervantes (2010), Premio Alfonso Reyes, con el deceso del poeta mexicano se cierra prácticamente el ciclo de los poetas que pertenecieron a la llamada generación de los cincuenta.

En los próximos días le lloverán al poeta José Emilio Pacheco homenajes post mortem y declaraciones de funcionarios, escritores y políticos lamentando su deceso. Pero la gran aportación de Pacheco está en su escritura: tanto en sus poemas como en sus ensayos y en sus traducciones.

En la década de los ochentas y noventas fue colaborador de la sección cultural de la revista Proceso. En medio de la aridez política de la revista, siempre contestataria y en denuncia de los excesos del PRI-gobierno del siglo pasado, su columna “Inventario” mostraba las diversas caras de la poesía y el arte, sin concesiones al facilismo ni con reivindicaciones laudatorias.

A Pacheco se le lee en los bachilleratos y secundarias del país como narrador. Los profesores recomiendan Las Batallas en el Desierto (1981) como lectura. Sin embargo, su poesía permanece en el núcleo de los universitarios y de algunos devotos que han recorrido los poemas pastiche del escritor mexicano.

En el año del centenario del natalicio de Octavio Paz, otro poeta y ensayista, próximo al pensamiento, hace algunos días Pacheco lamentaba la muerte de otro gran poeta, el escritor Juan Gelman, ahora José Emilio Pacheco seguramente será releído en la fortaleza de su obra que se abre a los lectores.

Tras los pasos José Emilio
Pacheco Berny nació en la Ciudad de México el 30 de junio de 1939. Estudió la preparatoria en el Centro Universitario de México y acudió a los cursos de José Enrique Moreno de Tagle, quien le enseñó a leer, entre otros autores, a Jorge Luis Borges y Alfonso Reyes.

En esta época, además, entabló amistad con Juan José Arreola y se interesó por el teatro, prueba de ello son las piezas en un acto La reina (1958) y El pasado lo guardan las arañas (1960).

Su vocación literaria sería un entramado de obras narrativas, líricas, cuentos, traducciones, antologías e incesantes colaboraciones periodísticas.

En 1963 publicó su primer libro de poemas Los elementos de la noche y ese mismo año su texto de cuentos El viento distante.

El reposo del fuego (1966), es su segundo libro de poesía, un texto en donde el autor se revela como un poeta maduro, ágil y rebelde que conoce el mundo y toma parte activa en él.

A partir de ahí escribió Morirás lejos (1967), No me preguntes cómo pasa el tiempo (1970), El principio del placer (1972), Irás y no volverás (1973), Islas a la deriva (1976), Desde entonces (1979), Tarde o temprano (1980) y Las batallas en el desierto (1981).

Además de Miro la tierra (poemas de 1983 a 1986), Los trabajos del mar y Fin de siglo y otros poemas (1984), Zona de desastre (1986), Ciudad de la memoria (poemas de 1986 a 1989), Tarde de agosto (1992), El silencio de la luna (1996), La arena errante (1999), Siglo pasado (2000), Como la lluvia y La edad de las tinieblas (2009).