Por siglos, los tarahumaras han aprovechado su don: “pies ligeros”, recorren grandes distancias entre subidas y bajadas hasta por un día entero; gracias a su genética y un poco de pinole, son los atletas más resistentes del planeta.

Unos 100 mil tarahumaras o rarámuris, “pies ligeros” en su idioma, viven diseminados a lo largo de la Sierra Tarahumara, de donde han salido grandes atletas gracias a que, desde pequeños, caminan durante horas; pese a ello ninguno competirá en las próximas Olimpiadas de Brasil, porque ninguna prueba es suficientemente larga para ellos. No son los más rápidos, pero sin los más resistentes.

La tarahumara Dolores López comenta a Notimex que la apuesta entre mujeres es ya una tradición. En la Sierra de Chihuahua, anotó, siempre se ha corrido así. Las competencias entre ellas las recuerda desde que nació, y se llevan a cabo cada semana, ya sea sábado o domingo.

Y sólo corren dos, pero van otras echando porras para que nadie haga trampa, el recorrido va desde cuatro hasta ocho o incluso 16 vueltas, cada una se calcula, es de 1.5 kilómetros, pero no hay medida fija, eso, es lo que menos importa, dicen.

Y ¿qué apuestan?

En el caso de las mujeres, sus faldas, se trata de prendas típicas con vistosos colores y en donde utilizan varios metros de tela, consideradas su gran tesoro y orgullo; porque “nosotras mismas las hacemos, tardamos de un mes a quince días, depende de cómo cosa uno; mientras que los hombres apuestan dinero, si es que tienen dinero”, señaló Dolores.

“Por lo regular siempre hay apuestas entre los adultos, ellos mismos se buscan un sello para apostar, se organizan entre ellos para ayudar al corredor, se apuestan todo lo que tengan en sus casas, a veces hasta animales, cobijas hechas por ellos mismos”, dijo el maestro de la sierra de Chihuahua, José Alfredo Arteaga Batista.

Para el profesor de educación indígena, siempre ha sido así, “se les conoce como pies ligeros, es muchas veces por su forma de cómo viven, porque por lo regular su alimento básico es el pinole, ellos tienen con eso para aguantar corriendo toda una noche, porque el pinole es natural, no trae ningún concentrado”.

Si para cualquier adulto raramuri es un placer correr, cuanto más para un niño de esa tribu, es el caso de Ernesto de 10 años, quien afirma que correrá toda su vida, “he corrido cuatro veces y gane tres veces, hice tres vueltas”; en esas ocasiones, el pequeño corredor, quien aprendió esta disciplina de su padre, ganó dinero, además, “me divierto cuando corro, me voy caminando y corriendo a la escuela solo”.

De acuerdo al delegado de la CDI en Chihuahua, Martín Solís, los niños tarahumaras son conocidos porque están acostumbrados a recorrer grandes distancias, tan solo para ir a la escuela, recorren de dos a tres horas, “son niños que están hechos al esfuerzo, al trabajo y son muy nobles”.

Refirió que hay 120 mil habitantes indígenas originarios en Chihuahua, aunque hay el caso de indígenas migrantes de otros estados que vienen a trabajar al campo de aquí o a la propia ciudad de Chihuahua y ahí aumenta como 20 mil habitantes indígenas más.

Según Martín Solís, el apodo de “pies ligeros” se debe a las condiciones de topografía de la sierra tarahumara, lo que hace que ellos tengan que desplazarse grandes distancias para el desarrollo de sus actividades, ya sea para ir a la escuela en el caso de los niños.

O el propio padre de familia que tiene que desplazarse al trabajo, ir a una tienda a comprar alimentos, ir a cazar los venados, los conejos o ir a una fiesta a otra comunidad; y para todo ello, tienen que recorrer grandes distancias y eso lo hacen desde niños, es una condición que se va generando a partir del ejercicio de su vida.

Al señalar que también tiene que ver con cuestiones genéticas de los raramuris y seguramente también tiene alguna influencia el pinole, resaltó que en la sierra los caminos tienen barrancas, y necesariamente se tienen que dar muchas vueltas en zigzag para poder avanzar.

Según la leyenda del lugar, un tarahumara iba caminando, y un señor a bordo de una camioneta lo alcanzó y le dijo, súbete, el tarahumara se negó rotundamente, lo cual le sorprendió al automovilista, quien le pregunto porque no quería; el llamado “pies ligeros” respondió, “voy purao, voy purao”; es decir, que tenía prisa y como ellos atraviesan derecho las veredas, pueden llegar más rápido que un vehículo dando vueltas y vueltas, relató Solís.

El profesor Arriaga remarcó, “son buenos en carreras de resistencia; incluso, algunos niños corren con huaraches, otros con uno solo y otros, descalzos, es como se sientan mejor”.

De hecho, la mayoría de las chancletas son hechas por ellos, con llanta de rueda y correas de pellejo de vaca. De niños no corren tanto pero los adultos pueden durar un día o día y medio corriendo o durante toda una noche, y ellos se organizan para ayudarse, dijo.

Según Christofer McDougall, (Filadelfia, 1962) autor del libro sobre los Tarahumaras “nacidos para correr”, al buscar un modo de correr sin que le doliera nada, se topó con esta tribu que corre cientos de kilómetros sin descanso ni dolor; no conocen el cáncer, ni la diabetes, ni las peleas.

Quizás por ello, los tarahumaras son los mejores ultrafondistas del mundo. Si “se prepararan lo ganarían todo” afirma. Su técnica sigue siendo un misterio, no reponen energía con bebidas ricas en electrolitos ni con barras energéticas sino con pinole, un compuesto casero del tan mexicano maíz.