Un pueblo adolorido y en duelo recibió los restos mortales de José Luis Tehuatlie Tamayo.

Desde el mediodía los pobladores de San Bernardino Chalchihuapan, madres de familia con sus hijos, compañeros de escuela, trabajadores del campo y migrantes que han regresado de los Estados Unidos, esperaron el cortejo fúnebre del niño de 13 años que cursaba la secundaria en la Ricardo Flores Magón.

Las luces de una caravana de camionetas se recortan desde el paisaje oscuro y silencioso.

Los habitantes que aguardan de pie o sentados en una colina corren hacia la calle.

Todo el pueblo espera el cuerpo de José Luis.

Un globo de cantoya se eleva hasta perderse en el cielo.

Los pobladores lanzan pétalos de rosas, confeti blanco, y dulces para recibir el ataúd.

Un grupo de niñas, de la misma edad de Alberto, cargan el ataúd blanco del estudiante indígena de la Ricardo Flores Magón.

“A nombre de la señora Elia y de la familia que no estaban solos. Toda Puebla estaba unida y toda Puebla los estaba apoyando”, dice una persona al recibir el blanco féretro.

El féretro lo recibieron los habitantes de San Bernardino Chalchihuapan con dos aplausos.

Una corona muy grande flores indicaba: “A nombre de su familia en Nueva York”.

Otra corona de San Bernardino Tecamac.

El cortejo fúnebre marchó sobre la calle Cristo Rey hasta llegar a la presidencia auxiliar de San Bernardino Chalchihuacan.

En el trayecto a la presidencia auxiliar los pobladores entonaron cánticos religiosos.

La letanía monocorde se entremezclaba con el silencio del pueblo. Por las calles oscuras, algunas veladoras encendidas.

Al llegar al centro de la población el contingente de pobladores es un solo sonido.

La larga jornada de espera, más de 24 horas para Elia Tamayo, madre del niño de la Flores Magón, culminó cuando le entregaron el cuerpo de su hijo pasadas las nueve de la noche en los servicios forenses.

La familia se detuvo en la plaza Centro Sur, próxima a los servicios forenses.

En las últimas 48 horas, la familia de José Luis vivió una larga espera.

El gobierno estatal no le comunicó a Elia Tamayo la muerte cerebral de su hijo. El gobierno estatal le reservó información a la madre. El gobierno estatal la amedrentó y buscó que culpara a los pobladores de San Bernardino Chalchihuapan de las heridas que sufrió en la protesta y que le costaron la vida.

Desde el pasado 9 de julio la familia de José Luis vivió con la esperanza de reencontrarse con su hijo.

Son las mujeres, las tías, la madre, las que toman las decisiones. Su padre ha migrado a los Estados Unidos. En Chalchihuapan, pueblo dedicado a san Bernardino de Siena, algunas casas son de dos pisos, grandes como las que construyen los migrantes que envían remesas a sus familias.

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Niñas, madres de familia con sus hijos de brazos, padres que toman de la mano a sus esposas. Jóvenes con sudaderas y tenis que caminan de prisa en grupos.

Mujeres envueltas en rebozos, diminutas que balbucean algunas frases en náhuatl.

De manera muy discreta la diputada Roxana Luna caminaba mezclada entre la multitud de los pobladores de San Bernardino Chalchihuapan, también cansada.

Pero en el acto no hay consignas sino la solidaridad con la familia de José Luis.

Sobre el puente de San Bernardino, que cruza la autopista de Atlixco, los pobladores colocaron una manta acusando a Rafael Moreno Valle de asesino.

Al cruzar el puente otra barda con la misma leyenda.

El nombre de Rafael Moreno Valle escrito con letras en pintura azul. Al nombre del político que ganó la gubernatura en 2010 lo salpican trazos de pintura roja. Le llueven al nombre del político cerca de la palabra “Asesino”.

José Luis vivió una triple condición de vida: indígena, niño y habitante de una junta auxiliar.

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El padre pide a los pobladores que se pongan de pie.

El sacerdote lee el mensaje del Evangelio.

Se trata del pasaje del Evangelio de san Mateo que describe el juicio final, cuando Dios separará a los justos de los malos.

En el capítulo 25 del Evangelio: “Entonces dirá también a los de su izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el Diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; era forastero, y no me acogisteis; estaba desnudo, y no me vestisteis; enfermo y en la cárcel, y no me visitasteis”.

La cita del Evangelio es el confort espiritual para la familia y los pobladores del pueblo que se rebeló en contra de una medida gubernamental.

En el sermón las palabras del sacerdote pasan del confort y del duelo al juicio.

“Ahora él descansa y vive eternamente para bien. Como escuchábamos en el Evangelio habrá un juicio final para todos y todos nosotros cuando el señor Dios nos llame daremos cuenta al señor de lo que nos ha confiado.

”Tenemos una responsabilidad y una misión. Como parte de una familia, como parte de una sociedad y de una comunidad. Este juicio final habla de separar a quienes hayan realizado su misión de quienes no la hayan realizado”.

El sacerdote recuerda que hay que comportarse con misericordia.

Los entendidos asienten. La gente del pueblo participa con devoción en la misa.

A un lado del féretro, que han cargado sus compañeras de la secundaria Flores Magón a la presidencia de la junta auxiliar, se han colocado las granadas de gas lacrimógeno y demás municiones que la policía de Puebla lanzó en contra de los pobladores de San Bernardino Chalchihuapan el pasado 9 de julio.