Aunque literalmente ha sido el guía en la edificación física de templos, Delfino Franco Ramírez ve más su labor sacerdotal -que este 6 de mayo cumplió 47 años- en la construcción, paciente, alegre y laboriosa, de la “comunidad de comunidades” en la Iglesia Católica poblana.

Asegura, en una entrevista profunda, que va a la cuna de su vocación, en su natal Coatzingo, en la Mixteca Poblana -tierra de al menos otros 17 curas, muchos de ellos sus parientes-, que el conocimiento detallado de todos los grupos laicos de la entidad, le ha permitido entenderlos y unirlos.

Eso se refleja ahora en la Parroquia de Ocotlán, en donde conviven 65 distintas comunidades, con tareas y vocaciones específicas, y en donde tiene la responsabilidad de continuar la labor que dejó Monseñor Víctor Sánchez Espinosa, cuando fue nombrado Arzobispo, hace 11 años.

Al echar los ojos al retrovisor de estas casi cinco décadas, el padre mira con fe y orgullo la obra que ha realizado.

Desde los días del Seminario, como estudiante, primero, y luego como maestro, pasando por sus años de formación especializada en Roma, hasta la experiencia con los fieles que Dios le ha permitido conocer en cada parroquia en la que ha estado y de las que, en algunos casos es, literalmente, constructor, como en el caso del templo del Divino

Maestro, de la ciudad de Puebla.

El Padre Delfino, muy conocido desde hace años por ser el guía y entusiasta promotor de las Misas de Sanación, recuerda con especial ternura el diálogo breve e íntimo que tuvo con el entonces Papa Juan Pablo II: “ahora yo soy tu padre” en la tierra, le dijo el Santo, en el año 1983, en su casa en El Vaticano, cuando se enteró que su progenitor hacía días que había muerto.

Con los jóvenes, con grupos femeninos, de oración, de catecúmenos, de sordomudos, de canto y muchos más, Franco Ramírez ha caminado los años por la Puebla espiritual, en la formación de nuevas vocaciones sacerdotales, lo mismo que en el afianzamiento de la fe y la hermandad de los laicos.

“Estoy muy contento, muy feliz, de ser servidor de Jesucristo y, sobre todo, estoy convencido de que Jesús me ama y que, de mi parte, sin mérito alguno, me ha llamado a seguirlo, para mantener su Iglesia y su cuerpo con vida, en la creatividad espiritual y pastoral”.

Años complicados

Delfino Franco Ramírez es de una generación sacerdotal que vio años difíciles, en Puebla y el país. 

Fue forjado al calor de finales de los 60 y principios de los 70, de días de protestas estudiantiles en las calles, de los tiempos del “comunismo sí, cristianismo no”, y del auge de la Teoría de la Liberación, cuando “el Evangelio se manipulaba un poquito, su enseñanza no era tan ortodoxa”, por eso no es raro que conozca muy bien a los grupos y a las comunidades.

“Desde que salí del Seminario, el Señor me ha concedido ese carisma de estar muy cerca de las personas... De ahí me fue llevando (la labor pastoral) a conocer a todos los grupos, movimientos, asociaciones, comunidades que hay dentro de la Iglesia Católica.

“Son ya 47 años de caminar en este servicio a la Iglesia de Jesús aquí en la tierra, que dejó establecida para nuestra salvación”.

Estas casi cinco décadas no han estado exentas de “noches oscuras”, como él las llama, a veces con padecimientos de salud, que ha venido superando, y otras por la fragilidad que, como humano, se enfrenta en la vocación.

Pero hoy, el Padre Delfino se mantiene contento, firme y seguro de haber escogido la labor correcta.

En encuentro con Juan Pablo II

Uno de los pasajes más importantes de estos años, el Padre poblano lo vivió en su encuentro con el entonces Papa Juan Pablo II, en Roma, luego de que había pasado un tiempo en Colombia, también como preparación profesional.

“Yo fui ordenado en 1973 y fue hasta 1983 cuando fui enviado a Roma por Monseñor (Rosendo) Huesca, para hacer estudios de Teología Fundamental, Teología Pastoral, Catequética y Pastoral Juvenil. Estuve tres años allá, del 83 al 86, y el Papa que estaba era San Juan Pablo II, de quien yo guardo una memoria muy grata.

“En el año 83 que llegué, en septiembre, luego el 28 de noviembre, tuve la dicha de estar ahí en su casa, que me recibiera, porque Monseñor (Gilberto) Valbuena (vicerrector del Seminario de Puebla durante seis años y párroco de Izúcar de Matamoros por cuatro años) iba de visita ‘ad limina’ y siempre los obispos que iban, de aquí de México, podían llevar dos sacerdotes como secretarios”.

De manera extraordinaria, el Padre Delfino logró entrar a ese encuentro, como tercer secretario, nada usual, y pudo conocer y platicar directamente con el Papa.

“Me tocó con un Santo, que ya es Santo ahora, estar viendo su rostro, estar tocando su mano, escuchando su palabra. Ha quedado en mi corazón. Yo sé que los encuentros con las personas nos cambian la vida. A mí me cambió mi vida sacerdotal completamente, de una forma radical”.

-¿Qué recuerda de él, personalmente?

-Algo muy importante, que cuando me tocó platicar personalmente con él… me impresionó su capacidad de escucha muy grande. Cuando yo le dije, mire, mi padre acaba de morir, tiene unos cuantos días. Yo ya no tengo papá aquí en la tierra. Quiero que esté en el cielo y ahora le comunico eso, Santo Padre, para que me ayude, para que me bendiga. 

“Me tomó del hombro y me dijo ánimo, yo voy a ser tu papá, por eso me dicen el Papa. Imagínate, con esa palabra tan cercana y tan llena de familiaridad, te cambia definitivamente la vida… Eso a mí me dio también el carisma de estar cerca de la gente y poder escucharla”.

Coatzingo, tocado por Dios

Hijo de Simón Franco Chávez y de Trinidad Ramírez Estévez, los dos “ya han partido al Cielo”, Delfino nació en una familia de siete hermanos, dos mujeres y cinco varones, en Coatzingo, Puebla, en la Mixteca Alta.
“Vengo de una familia que vivió su vida espiritual, al modo de su época, pero de una manera muy grande.

Eso para mí fue un apoyo muy grande. También, que yo viera el ejemplo de sacerdotes, aquí en la Arquidiócesis, que eran tan generosos y que trabajaban tanto, me motivó definitivamente”, en su vocación.

El pueblo de origen del hoy párroco de Ocotlán tiene una característica muy especial, además de la intensa migración de muchos de sus hijos a Estados Unidos, es un poblado que ha dado ya 18 sacerdotes.

“De mi comunidad parroquial, que es pequeña, de cinco mil personas, y la mitad está en Estados Unidos, hemos surgido 18 sacerdotes.

“De ellos yo tengo tres sobrinos sacerdotes, dos primos sacerdotes y un tío sacerdote y con un servidor somos siete que tenemos un parentesco muy cercano y eso mismo a mí me ha motivado también”.

El Padre Franco Ramírez tiene una explicación respecto de esta vocación que han tenido ya 18 hombres de Coatzingo, para ser sacerdotes.

“Viendo a quienes hemos surgido de esta población, en la que Dios se ha fijado, porque Dios escoge al que quiere, y no por ser tan capacitados, porque Él nos capacita, dentro de la formación estupenda que se da en el Seminario”.

La cercanía a la gente

Con modestia, rechaza en la entrevista el adjetivo de “sacerdote innovador” con el que muchos lo identifican, principalmente por las misas de sanación en las que cientos se reúnen cada miércoles, a orar y a tener actividades durante todo un día.

Hay quienes aseguran haber logrado el alivio de males incurables para la ciencia, por asistir al templo de Ocotlán, a estas misas que guía el Padre Delfino.

Es prudente con los halagos que recibe y, en cambio, sí subraya su labor con las comunidades. 

Hace un recuento de sus pasos, cuando “comencé a caminar, primero, como misionero diocesano, en la Iglesia de Santa Teresita del Niño Jesús, impulsando principalmente a los jóvenes”.

Ahí, vio la oportunidad para que los nóveles cristianos no solamente se prepararan para ser buenos laicos en la adultez, sino serlo desde esta primera juventud.

“Entonces me doy cuenta de que estoy en este camino, muy fatigoso, pero muy alegre, de forman en mi parroquia, ahora en Ocotlán, la comunidad de comunidades.

“Ahora, el Señor me viene concediendo ya recoger eso frutos. Ahora tenemos aquí en existencia 65 grupos, de distintas cosas: de catecúmenos, de Renovación Carismática del Espíritu Santo, de misioneros de Jesús de Nazaret, variedad, como decía el Papa Juan Pablo II: nuestra Iglesia debe de tener todos estos colorcitos de grupos, dentro de las comunidades… 

“Tengo hasta el grupo de sordomudos, que viene a participar aquí a misa también el domingo y dan un testimonio muy grande, cerca de 60 sordomudos que vienen a participar”.

Aún no el llamado final

Muy posiblemente como resultado de su labor intensa y de tantos años, de ese desgaste, alegre, pero también natural desde la emoción y la guía, que desborda -por ejemplo- de manera extraordinaria en las Misas de Sanación, Delfino no ha estado exento de malestares físicos.

Recientemente, tuvo una úlcera estomacal, pero él vio, en un episodio que pudiera parecer grave, una señal más de su vocación, cuando de súbito le vino un derrame de sangre por la boca, precisamente en plena misa, en esta última semana de cuaresma.

“Estoy en recuperación… Dios me concedió una enfermedad bastante seria, delicada, del estómago, una úlcera… que me vino, cuando estaba celebrado la Eucaristía, el vómito de sangre y de coágulos. El altar quedó manchado y mi ornamento… 

“Yo sé que Dios nos escucha siempre a todos. Yo le había dicho: Dios, cuando tú quieras llamarme, que yo esté cerca de tu altar. Es lo que quiero que me concedas, que yo muera en tu altar. 

“Entonces, cuando me vino esa problemática, en el altar, yo pensé que Dios me había tomado ya esa petición y que ya era el final de mi parte. Pero no, el Señor me dijo aquí te quiero todavía más tiempo y aquí estoy, en esta recuperación… Me siento fortalecido”.

Los años caminados

-¿Qué sabor tiene, Padre, en una reflexión íntima, de estos años?

-Que queda una reflexión en tres aspectos muy importantes, que Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote me ha concedido vivir dentro de su Iglesia. 

“El primer sabor de boca, así muy positivo, es ser agradecido con Jesús, por poner precisamente su sacerdocio en medio del mundo, porque gracias a esto Él se ha compartido al cuerpo que Él ha establecido, que es su Iglesia. Yo estoy plenamente consciente de que la Iglesia, familia que ha constituido Jesucristo, es una Iglesia en la que Él vio conveniente la presencia de sacerdotes, de colaboradores, para que su cuerpo se mantuviera con vida.

Sé muy bien que Jesús ha establecido su Iglesia a través de presbíteros, para constituirnos sacerdotes en ese Sacramento, del orden sacerdotal.

“O sea, quiero decir, que estoy súper agradecido, he contemplado muy bien esos 47 años, que Dios no se equivoca, definitivamente, a través de Hijo, que ha querido que personas humanas estuviesen al servicio de la Iglesia.

“La segunda idea es que Cristo ha regalado al mundo sacerdotes, pero tomándolo a Jesucristo como servidor de la humanidad… Entonces yo, como sacerdote, sirvo a su Iglesia, que Él ha establecido como Sacramento de Salvación… Ahí me ha colocado y eso me ha hecho mucho muy feliz… 

“Y una tercera motivación espiritual es que yo, desde un principio y antes de ser sacerdote, muy bien me acuerdo, pensé que mi sacerdocio lo iba a dedicar para que en la Iglesia de Jesús se viva la comunidad de comunidades, cuando todavía no se hablaba mucho de ésta, sino que fue posteriormente, a través de San Juan Pablo II”.

El Padre Delfino Franco Ramírez cumplió este 6 de mayo de 2020, 47 años de ordenación. Con él, en aquella generación, también se ordenaron los padres Gustavo Rodríguez Zárate, Fermín Ramírez, Joaquín Rosano, Enrique Márquez Ramírez, Jesús Genis Velázquez, Agustín Corrales García, así como los ya fallecidos Daniel Corrales García y José Félix López.