El arzobispo de Puebla, Víctor Sánchez Espinosa, llamó a los católicos a aprender a pedir perdón y mantener la humildad no solo en la época de la Cuaresma, sino que tiene que ser un acto permanente; lo anterior, durante la ceremonia del Jueves Santo, en la que lavó los pies a 12 ancianos del asilo de Santa Inés.

Ayer, con dos actos litúrgicos, el arzobispo de Puebla, Víctor Sánchez Espinosa, celebró el Jueves Santo y llamó a la humildad de los católicos y a reflexionar sobre el sentido de la Eucaristía. El ministro lavó los pies de 12 ancianos del asilo de Santa Inés y posteriormente realizó la ceremonia de la “última cena”.

Ante cerca que 3 mil fieles que presenciaron la llamada celebración de la palabra, el arzobispo, por primera ocasión, bajó del altar principal para lavar los pies de 10 ancianos y dos personas con discapacidad, e indicó que uno de los principales valores del ser humano es la humildad.

Recordó pasajes bíblicos correspondientes al Jueves Santo e indicó que es el día en que el Señor dio las mayores enseñanzas a sus apóstoles.

Ante una catedral llena, a las 12 horas, con el “lavatorio”, el arzobispo lavó los pies a 12 ancianos del asilo de Santa Inés e insistió, en su mensaje, en que son muchos los gestos que se evocan en el Jueves Santo. Uno de ellos es el signo de humildad y sencillez que realizó Jesús al lavarle los pies a todos sus discípulos, diciéndoles que ellos se los deben lavar unos a otros: "En verdad les digo que el siervo no es más que su señor, ni el enviado más que quien lo envió" (San Juan 13, 16); y el sacerdote en la liturgia lava los pies a 12 feligreses.

Expresó que con esta acción se renueva el gesto impactante del lavatorio de pies por parte de Jesús a sus apóstoles, con el que el redentor anunciaba que por amor estaba dispuesto a aceptar la humillación de la cruz para ofrecernos el servicio de purificarnos del pecado con su propia sangre.

Víctor Sánchez destacó que el amor a Dios y al prójimo es el regalo del Jueves Santo, debido a que Jesús hizo un gesto impactante con sus apóstoles al lavarles los pies, como un signo de que él vino a servir a la humanidad y a salvarla.

Explicó en su mensaje que son muchos los gestos que se evocan en el Jueves Santo. Uno de ellos es el signo de humildad y sencillez que realizó Jesús al lavarle los pies a todos sus discípulos, diciéndoles que ellos se los deben lavar unos a otros: "En verdad les digo que el siervo no es más que su señor, ni el enviado más que quien lo envió" (San Juan 13, 16); y el sacerdote en la liturgia lava los pies a 12 feligreses.

En la catedral de Puebla es el único lugar del país donde la ceremonia del “lavatorio” se lleva a cabo a las 12 horas para dar oportunidad a que algunos de los sacerdotes que acuden puedan atender a sus fieles por la tarde, previo a la misa de la instauración de la Eucaristía.

Recordó los actos de humildad que ha realizado el papa Francisco estando siempre con los pobres, e indicó que ese es el camino que dejo Jesús.

La última cena

Al continuar con los oficios de la semana mayor, Sánchez Espinosa señaló la importancia de los actos de Jesús en el día jueves, donde se instauró el mayor símbolo de los católicos, que es la Eucaristía y el tener el cuerpo de Cristo.

A las 19 horas las puertas de la catedral fueron cerradas para dar paso a la instauración de la Eucaristía, con la que se recordó la última cena.

Tal y como lo anunció el pasado domingo durante poco más de una hora para no interferir en la misa por la “visita de las siete casas”, se cerraron las puertas del templo, que se encontraba lleno, mientras afuera había filas para ingresar cuando concluyera la ceremonia, ya que es una tradición en la “visita de las siete casas”.

En su homilía, acompañado por sacerdotes de la Diócesis, explicó que fue la instauración del ministerio sacerdotal cuando Jesús dio a sus discípulos la misión de predicar su palabra.

Asimismo, explicó algunos pasajes bíblicos donde, luego de celebrar la Eucaristía, se expone el Santísimo (ostia consagrada) y se realizan vigilias de oración en signo de la oración de Jesús en el Monte de los Olivos, la noche antes de ser entregado a los sacerdotes.

Dijo que la Biblia cuenta que terminada la cena de Pascua, el mesías y sus apóstoles se dirigieron al Monte de los Olivos a orar. Él se distanció un poco, rezaba y sudaba cada vez más fuerte, comenzó a sentirse angustiado porque sabía lo que venía, y un ángel del cielo lo reconfortó.

Añadió: “Cuando fue a buscar a sus amigos se dio cuenta de que estos se habían quedado dormidos, Él les dijo: ‘ha llegado la hora en que el hijo de Dios debe ser entregado. Levántense, ya se acerca el que me va entregar’".