Continúa muy arraigada la tradición religiosa de acudir cada 13 de junio a los pies de alguna imagen de San Antonio de Padua, sobre todo para pedir el milagro de encontrar el amor.
Como cada año, cientos de fieles, no solamente mujeres se pudieron ver rezando a San Antonio en el barrio del mismo nombre, en su día, sino también hombres, quienes buscan conseguir una pareja o marido.
Según uno de los trabajadores del templo, al lugar llegan desde niñas de doce años, hasta señoritas de más de 40 años de edad, la mayoría supuestamente busca su “última oportunidad” de conseguir una buena pareja.
Pero solamente mujeres se pudieron ver rezando a San Antonio de Padua en el barrio del mismo nombre, en su día, sino también hombres, quienes buscan conseguir una pareja o marido.
Así fue este sábado, como cada año, para el templo de San Antonio de Padua, santo afamado por ser puesta su imagen constantemente de cabeza.
Pero no solo es poner en esta posición al santo -según la creencia- para encontrar el verdadero amor, sino también los feligreses tienen que  recolectar trece monedas según la tradición de la fe católica.
Juan Vázquez, uno de los hombres que recurrieron a rogar por una buena mujer a sus 27 años de edad, platicó que fueron familiares quienes le contaron de lo milagroso que es San Antonio lo que lo animó a llegar con sus monedas.
Entre las tradiciones que se llevan a cabo la más importante es llegar con listones rojos, donde escribes el nombre del hombre o mujer que deseas sea tu pareja.
Además las 13 monedas regaladas por el sexo opuesto, las cuáles debes depositar en su alcancía y dos veladoras rojas, que se encienden ante su imagen y se reza su oración con la petición que se tenga.
 
El santo

San Antonio de Padua, también venerado como San Antonio de Lisboa (Lisboa, 15 de agosto de 1195 - Padua, 13 de junio de 1231), fue un monje, predicador y teólogo portugués.
Nació con el nombre de Fernando Martim de Bulhões e Taveira Azevedo, en el seno de una familia de la aristocracia descendiente del cruzado Godofredo de Bouillón.
En sus inicios en 1210, fue monje agustino en Coímbra. En 1220 se convirtió en fraile franciscano. Viajó mucho, viviendo primero en Portugal y luego en Italia y Francia.
En 1221 participó junto con unos 3 000 frailes del Capítulo general de Asís (el más multitudinario de los llamados Capítulos de las esteras), donde vio y escuchó en persona a Francisco de Asís.
Su convicción, cultura y talento como predicador se mostraron por primera vez en Forlì en 1222. Pronto se divulgó la noticia de la calidad de su sermón, y Antonio recibió una carta del propio san Francisco con el encargo de predicar y de enseñar Teología a los frailes.
Luego, fue comisionado por el mismo Francisco para luchar contra la propagación de la herejía cátara en Francia. Se trasladó más tarde a Bolonia y a Padua.
Su capacidad de prédica era proverbial, a punto de ser llamado «Arca del Testamento» por Gregorio IX. Sus mensajes desafiaban los vicios sociales de su tiempo, en forma especial la avaricia y la práctica de la usura. Según los escritos de la época, sus últimas predicaciones realizadas en la Cuaresma de 1231 tuvieron un éxito popular notable.
Aquejado por continuas enfermedades, perseveraba en la enseñanza y en la escucha de confesiones hasta la puesta del sol, a menudo en ayunas. La multitud de gente que acudía desde las ciudades y pueblos a escuchar las predicaciones diarias lo obligó a abandonar las iglesias como recintos de prédica para hacerlo al aire libre.
Después de la Pascua de 1231, Antonio se retiró a la localidad de Camposampiero, pero decidió retornar a Padua poco después. Ya en las proximidades de Padua, se detuvo en el convento de Arcella donde murió prematuramente cuando todavía no alcanzaba la edad de treinta y seis años. La celebración de las multitudinarias exequias y la multiplicidad de milagros en su tumba que se le atribuyeron promovieron su rápida canonización bajo el pontificado de Gregorio IX en mayo de 1232. En 1946, Pío XII, proclamó a San Antonio de Padua «Doctor de la Iglesia», bajo el título de «Doctor evangélico».
En Portugal, Brasil, Perú y algunas partes de América Latina es reconocido como el santo de los matrimonios y el día de su fiesta (el 13 de junio) las muchachas solteras tienen la costumbre de comprar una pequeña imagen de San Antonio y colocarla al revés como castigo hasta que hayan encontrado un buen marido. Esta curiosa tradición ha sido retratada muchas veces en la cultura popular portuguesa y latinoamericana, aunque la Iglesia Católica la ha calificado como "superstición".