El padre de Juan ha muerto, y entonces él debe trasladarse desde Edimburgo, a donde ha emigrado en busca de algo que prefiere a su pueblo natal en España, pequeño y apartado, para sumergirse de nuevo en unos detalles bucólicos que ahora solo puede apreciar por contraste y en lo insufrible de las horas, los pocos días dedicados al duelo.

Lo que no espera, porque hasta ese momento se ha mantenido al margen de todo lo que no sea su propio proyecto indefinido, es que su hermana y su cuñado le hagan una revelación demoledora, con el potencial de trastocar sus planes para el futuro: su madre tiene alzhéimer y ellos deben mudarse a Estados Unidos con sus hijos para trabajar en el proyecto de sus vidas, lo que deja solo a Juan para encargarse de la viuda reciente.

Llévame a casa (Seix Barral) es la exploración profunda que hace Jesús Carrasco de la complicada mezcla de sentimientos, recuerdos y percepciones que asociamos a la familia, las muchas o pocas personas con las que compartimos la sangre y de muchas maneras también el destino; es con ellos, con la casa en la que hemos crecido, o envejecido, donde nos sentimos mejor o peor, según sea el caso.

Con el estilo arrollador que caracteriza su narrativa, en Llévame a casa Jesús Carrasco nos transporta a una implacable sucesión de asociaciones dolorosas y minucias cotidianas, un ajuste de cuentas entre las expectativas y las realidades a las que puede verse enfrentado cualquiera al asumir la responsabilidad de cuidar de uno, o ambos padres, cuando nosotros y la historia compartida somos todo lo que les queda.

“De todas las responsabilidades que asume el ser humano, la de tener hijos es, probablemente, la mayor y más decisiva. Darle a alguien la vida y hacer que esta prospere es algo que involucra al ser humano en su totalidad. En cambio, rara vez se habla de la responsabilidad de ser hijos. Llévame a casa trata de esa responsabilidad y de las consecuencias de asumirla”.