Miles de turistas quedaron varados este lunes 16 de junio frente a las puertas cerradas del Museo del Louvre, que suspendió sus actividades de manera imprevista debido a una huelga espontánea del personal. La protesta, impulsada por la sobrecarga provocada por el turismo masivo y condiciones laborales “insostenibles”, generó desconcierto entre los visitantes que, con boletos en mano, aguardaban bajo la pirámide de cristal sin información clara.
La protesta comenzó durante una reunión interna, cuando galeristas, agentes de taquilla y personal de seguridad decidieron abandonar sus puestos, denunciando la afluencia incontrolable de público, la falta de personal y las altas temperaturas. En 2024, el Louvre recibió 8.7 millones de visitantes, el doble de su capacidad operativa, lo que ha puesto en riesgo tanto el bienestar del personal como la conservación de las obras, según alertó la presidenta del museo, Laurence des Cars.
El cierre del Louvre se suma a un creciente rechazo europeo al turismo desbordado, con protestas recientes en Venecia, Mallorca, Lisboa y Barcelona. Aunque el gobierno francés anunció este año el ambicioso plan “Louvre New Renaissance” —una inversión de hasta 800 millones de euros en una década—, los trabajadores consideran que las soluciones son a largo plazo y no atienden la urgencia actual.
Este cierre, uno de los más abruptos en la historia reciente del museo, revive el debate sobre la sostenibilidad de los grandes íconos culturales ante el aumento del turismo global. Mientras tanto, el museo parisino, símbolo de la riqueza artística mundial, enfrenta su punto de inflexión.