A estas alturas de temporada resulta más que evidente que un año más El Juli sigue siendo el único torero que tira del carro. Nadie puede dudarlo ni discutirlo. Por capacidad y resolución, la madurez torera de Julián sigue dejando tardes tan completas como la que tuvo este martes en su primera comparecencia en la Feria del Toro de Pamplona. Porque no hay que olvidar que mientras otros diestros se han aliviado no acudiendo a la vieja Iruña, El Juli lo hará dos tardes este año. Nada mejor que apostar para marcar distancias.
Y con un lote nada claro, su sapiencia ha sabido resolver y tocar las teclas necesarias para hacer mejor a dos toros de distinto comportamiento.
La primera oreja llegó con el segundo de la tarde, un toro de Toros de Cortés al que El Juli hizo romper hacia adelante y hasta llegase a humillar, condición que al comienzo de su lidia parecía una quimera. Pero los toques precisos del madrileño hicieron que el toro poco a poco fuese encelándose en el trapo, que el torero siempre hizo que viajase por abajo. Faena más para aficionados en los que sobresalió a sobriedad y la técnica de El Juli que remató de una estocada arriba. Oreja de peso.
Pero la guinda llegó con el quinto, otro de los de Cortés que tuvo mejor comienzo que final. Se vino de lejos en los primeros compases de la faena el toro, aunque sin clase. El Juli supo engarzar tandas de mano baja, siempre sometiendo y llevando toreado al animal. Faena de profundo trazo, que terminó con una gran tanda en redondo en los que hubo varios muletazos ligados en los que exigió una enormidad al toro. Una estocada caída no restó méritos para que el público pidiese y el palco concediese las dos orejas.
El resto de la corrida enviada por Victoriano del Río con sus dos hierros dejó mucho que desear en cuanto a presentación. Encierro muy desigual de hechuras, alguno por debajo de listón de Pamplona que sin embargo después se dejó, aunque sin raza, en el último tercio.
El mejor animal fue el noble tercero, que permitió a Perera no irse de vacío de los ‘sanfermines’ al cortar una oreja. La faena del extremeño tuvo dos partes, una primera con el compás más abierto, con temple y ligazón mejor resuelta al natural y otra con el toro venido a menos y con el torero metido entre los pitones. Perera se sintió como siempre a gusto en la corta distancia dejando varios circulares marca de la casa. Pese a que se le fue la espada a los sótanos, el festivo público le recompensó con un trofeo.
El que cerró plaza se rajó nada más comenzar la faena de muleta y todo fue un querer y no poder del diestro con su oponente.
Curro Díaz enlotó en primer lugar un animal noblote pero en exceso soso. La faena del linarense fue correcta, viéndosele a gusto en la cara del toro, con algunos pasajes de toreo con gusto. Pero al conjunto le faltó vibración y mayor conexión con los tendidos.
Al cuarto, hecho cuesta arriba, le costó una barbaridad humillar. Curro lo intentó por ambos pitones pero su quehacer nunca terminó de remontar. Además se atascó con el descabello.