Hablar del combate entre Floyd Mayweather y Saúl “El Canelo” Álvarez es uno de los temas mas recurrentes de las últimas semanas. Todo el mundo tiene una opinión y resulta bastante complicado hacer que los que van Floyd decidan apoyar a Canelo y viceversa. Pocas peleas han generado tanto interés como esta lo ha logrado hacer. Vemos a Mayweather en noticieros, a Saúl en cápsulas de televisión, están en prensa escrita, en comerciales, radio y por supuesto no hay un solo restaurante o bar que no este preparando una gran noche para la fecha de su compromiso.
Se ha hablado mucho, tal vez mas de lo que se debería hablar. Si se romperán los récords de Pago por Evento, si las bolsas son las mayores en la historia, si los boletos de la MGM Grand Garden Arena se vendieron en dos horas.
Existe tal sobreinformación que parece que lo primordial de esa noche ha quedado relegado o es en lo que menos no fijamos; el boxeo. La gente de pugilismo sabe que no hay mayor desnudez que la que se vive arriba del cuadrilátero.
En él, no importan los logros pasados, la experiencia de los entrenadores o el tener a un gran promotor apoyándote. Como si se tratará de una resonancia magnética, en el ring se pueden ver todas las virtudes y defectos que un peleador tiene.
Si durante el campamento se hicieron las cosas erróneas, sin duda saldrá a relucir en el entarimado. Si la eterna batalla contra el peso costó trabajo de superar, sin duda se verá en cada movimiento de la danza de los puños.
No hay detalle que no se revele bajo las luces del encordado y mucho más, bajo las luces que cuelgan del techo de la Arena del MGM.