Hasta el 63 por ciento de niños, de hasta 12 años, han sido explotados de manera muy severa, lamentó la psicóloga social de la UPAEP, Dulce María Pérez Torres.
En entrevista con Intolerancia Diario, la especialista expuso que la explotación va desde cuidar a los hermanos menores, hasta lavar y planchar ropa, se consideran tipos de violencia.
Para la psicóloga social de la UPAEP, algunos niños y jóvenes terminan siendo obligados por los padres y otros en el rubro de la explotación infantil.
De los menores de edad de 14 años, el tiempo que deben destinar a la actividad es de por lo menos 6 horas con hasta 20 minutos de descanso, pero no es así y muchos lo hacen en condiciones infrahumanas, “se le puede llamar violencia y no desarrollo de forma integral”.
Recordó que la violencia marcada por la explotación se lleva a cabo desde tiempos inmemoriales, y añadió que Puebla no escapa de esta situación.
Datos de la UNICEF en el 2019, indican que este tipo de trabajo, de situación, afecta todos los niños, niñas y adolescentes sin importar su condición social.
También existen registros que los más vulnerables son los más explotados por parte de los adultos y de las organizaciones, sin embargo, dijo, estamos carente de datos y de un registro fehaciente al que recurrir, “hay datos y denuncias de niños que han sido entrevistados hasta en la calle para que se diga lo que pasa”.
La violencia y la explotación, reconoció, se inicia en la familia y es el punto más importante de observancia del fenómeno, al principio, se les deposita quehaceres domésticos que no son propios de la edad, pero no se ve, porque se normaliza.
“La madre se justifica diciendo que es madre sola, que tiene que ir a trabajar y no hay quien cuide a los hermanitos, ahí está uno de los problemas”.
“Por parte del papá solo lo tiene que ayudar a hacerse más hombrecito y hay ideas que tienen que obligarse a hacer trabajos forzados para definir su propia individualidad”, sin embargo, eso es en la familia.
“A los hijos que salen de la escuela los ponen a trabajar, en familias de clases medias donde trabajan los papás, pero cuando los niños pequeños vienen de una familia vulnerada, que está en las calles, también los ponen a trabajar y eso es terrible porque los niños no entienden por qué tienen que hacerle de payasitos o tirando pelotitas”.
Pérez Torres, dijo que, los padres se dedican a eso y al final consideran que es parte de la cultura personal para que se pueda tener dinero e incluso para comer, por eso, en esa condición de estos niños los padres no quieren que el niño vaya a la escuela.
“Eso es terrible porque, además, hay niño en la calle y niños de la calle, que son dos escenarios diferentes: los niños en la calle son los que venden chicles, terminan sus jornadas y se van a la escuela, la mamá dice que vaya por lo menos a la escuela y que termine la primaria”.
Sin embargo, alertó que, los niños de la calle son mucho más vulnerados porque los padres de familia no quieren que vayan a la escuela, entonces por más que el gobierno haga todos los esfuerzos, los padres no los dejan.
“Eso es un problema porque no existen las campañas de sensibilización ni de compromiso de los padres para que los niños vayan a la escuela, porque no tienen ni para una libreta”, finalizó.