A los 90 años José, padre de siete hijos y abuelo de 24 nietos, vivió por tercera vez el amor al casarse con Liliana, a quien conoció en el Centro Gerontológico “Arturo Mundet” y ella se convirtió en su única familia, hasta hace dos años que murió.
Con motivo del Día del Abuelo, que se conmemora este 28 de agosto, en los cuatro centros gerontológicos del Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF) en el país se celebró a los 370 adultos mayores que albergan esos lugares, de los cuales dos se ubican en el Distrito Federal, uno en Cuernavaca, Morelos, y otro en Oaxaca.
Los adultos mayores recibieron la felicitación de sus “nietos adoptivos”: los 382 chicos de cero a 18 años que albergan las cinco casas hogar que del DIF nacional en esta capital y que en esta ocasión fueron a los centros de la tercera edad para festejarlos.
Esta celebración es posible gracias al programa Adopta un Abuelo/Nieto, que desde enero de este año aplica el DIF para fomentar la convivencia entre niñas, niños y adolescentes con adultos mayores, y crear lazos de amor y amistad para menguar sus soledades.
Sin embargo, en el ocaso de la vida tanto hombres como mujeres mayores de 70 años la mayoría se quedan solos y solicitan vivir en estas casas, donde la vida les ofrece la oportunidad de amar y ser amados.
José Carmen Velázquez Trejo nació en San Juan del Río, Querétaro, el 14 de septiembre de 1915 y este año cumplirá 96 años. Él llegó en 1998 con Bárbara, su segunda esposa, al Centro Gerontológico “Arturo Mundet”, que alberga a 130 adultos mayores.
Con ella no tuvo hijos, sólo con María de la Luz, con quien procreó a cinco mujeres y dos hombres que ya murieron.
Después de unos años que falleció su segunda esposa en este centro, don José conquistó a Liliana en un día de su cumpleaños, al abrazarla y besarla en la boca por primera vez; ella tenía varios pretendientes.
Duraron casados cuatro años, vivieron en este centro y compartieron sus soledades, sueños e ilusiones y se apoyaron hasta el último momento. “Quince días antes de morir yo le daba de comer en la boca, porque ella ya no podía y yo supe que pronto moriría”, recordó.
Él fue muy feliz, aunque sus hijas que están casadas y tienen hijos y nietos nunca lo van a ver. Él les llama por teléfono para saber de ellas, sólo ha visto a dos de sus nietos y no conoce a ninguno de sus bisnietos, aseguró.
“Yo me la paso aquí, ya no pienso en volverme a casar, ya no podría. Convivo con mis compañeros del mismo dolor: estamos solos. A mí me pregunta Julieta, la directora, por qué no vienen mis hijas y yo le digo: ¡Qué le vamos hacer, si no quieren!”
Él se vale totalmente por sí mismo, no ha desarrollado diabetes ni hipertensión, gracias a que toda su vida se ha bañado con agua fría; vive de su pensión que obtuvo de Ruta 100 por trabajar muchos años como chofer de patio.
Como don José hay cientos de miles de ancianos que son abandonados en asilos y en centros de este tipo, otros son maltratados, algunos más tienen medios para sobrevivir y pagarse sus medicamentos pero otros no tienen recursos y viven en la indigencia.
Incluso comentó don José que a algunos de sus compañeros sus parientes los han dejado en la puerta para que aquí los cuiden y nunca más volvieron a visitarlos.
La directora del Centro Nacional Gerontológico “Arturo Mundet”, Julieta Trejo Camacho, informó que en este lugar se ofrece una atención integral a este segmento de la población.
Detalló que en los cuatro centros del DIF nacional en el país se atienden a 370 adultos mayores, de los que 49 son del programa Del Día, es decir, acuden al centro pero sólo en lo que trabajan sus parientes con quienes viven.
Dos de estos centros se ubican en el Distrito Federal: el “Arturo Mundet”, en San Ángel, en el sur de la ciudad, y el “Vicente García Torres”, en Azcapotzalco. Están además el “Olga Tamayo”, en Cuernavaca, y “Los Tamayo”, en Oaxaca, precisó.
En dichos lugares se les proporciona atención médica, nutrición, realizan actividades y festejan las fechas memorables como el Día de las Madres, el Día del Padre, Navidad, Año Nuevo y el Día del Abuelo, precisó.
Trejo Camacho señaló que los adultos mayores que albergan estas casas tienen la libertad de salir y entrar, de recibir visitas si tienen familiares o amigos; sin embargo, la mayoría de ellos están solos.
Señaló que algunos tienen familiares, otros no, reciben a sus visitas, amigos, hijos, sobrinos, pero hay algunos que definitivamente no tienen a nadie y por esta razón la mayoría está aquí.
Es importante destacar que se les da atención médica y si es necesaria una intervención quirúrgica, se les proporciona; el DIF se hace cargo de todos los gastos y los familiares, cuando los tienen, y a veces sólo pagan algunas cuotas de recuperación.
En términos familiares, la figura de “abuelos” forma parte de la “familia extensa o consanguínea”, es decir se extiende más allá de dos generaciones y está basada en los vínculos de sangre, que incluyen a padres, niños, abuelos, tíos, tías, sobrinos, primos y demás, señaló.
Sin embargo, aunque no todos los adultos mayores son “abuelos”, sí son padres.
De acuerdo con el Consejo Nacional de Población (Conapo) hay 21 millones de padres que viven con sus hijos, de los cuales 17.2 millones tienen ahora entre 25 y 59 años, mientras que 2.5 millones de adultos mayores viven con sus hijos.
Cifras del Conapo revelaron que México se transforma paulatinamente en un país con más viejos que niños, pues la tasa de crecimiento de la población de adultos mayores registrada en los últimos años es de 3.5 por ciento, lo que implica que tiene el potencial para duplicar su tamaño cada 19 años.
Refirió que en 2000 los mayores de 60 años eran 6.8 por ciento de la población en el país, lo que representó 7.7 por ciento en 2005; se espera que en 2050 serán 28 por ciento y aproximadamente 72 por ciento del incremento demográfico de la tercera edad está previsto para 2020.
El Conapo señaló que estas cifras representan que el envejecimiento demográfico ocurrirá en México en un lapso menor al observado en países desarrollados y en un contexto socioeconómico menos favorable, significa que habrá menos tiempo y recursos para adaptarse a las consecuencias sociales que traerá el envejecimiento.