Al consumir alcohol o drogas se liberan endorfinas, que se adhieren a receptores en los centros de recompensa del cerebro provocando la sensación de placer.
Algunas investigaciones llevadas a cabo con animales habían descubierto que el abuso del alcohol altera el cerebro, incrementando la tolerancia y dependencia a la bebida. Pero hasta ahora no se había logrado entender qué mecanismos biológicos se encuentran detrás de este proceso de consumo y recompensa en estos cambios cerebrales que hacen que algunas personas sientan la necesidad de beber y otras no.
Las diferencias
Existen diferencias entre los bebedores en exceso y los no bebedores. Cuantas más endorfinas se liberaban en el núcleo accumbens, mayor era el sentimiento de placer del individuo en todos los casos. Sin embargo, cuantas más se liberaban en la corteza orbitofrontal, mayor era el sentimiento de intoxicación que experimentaban los bebedores excesivos, algo que no experimentaban los no bebedores.
Las pruebas muestran cómo las endorfinas contribuyen a largo plazo al abuso del alcohol y cómo la liberación de grandes cantidades de endorfinas provoca que para algunos la bebida alcohólica resulte más placentera y ello contribuya a que deseen beber más.
Tal como explica la doctora Mitchell y recoge la web de la BBC, «esto indica que los cerebros de los bebedores excesivos o bebedores con problemas van cambiando en una forma que los hace encontrar el alcohol cada vez más placentero».