Dentro de nuestra época debido a los avances de la tecnología y la ciencia que se multiplicaron a mediados del siglo XX hasta estos inicios de esta posmodernidad como es denominado este tiempo de la humanidad, se han presentado una serie de experimentos en el propio ser humano, cambios que se ponen a prueba dentro de la población, principalmente por razones macroeconómicas que los Estados que conocemos como Estados-Nación no tienen escapatoria más que contenerlos en la medida de lo posible y que se les denominan “evolución”, a pesar que en realidad se trate de medidas de involución.
Este es el caso de la jurisprudencia de la Suprema Corte de Justicia de la Nación de México del 3 de junio de 2015 que, en el rubro señala: “Matrimonio. la ley de cualquier entidad federativa que, por un lado, considere que la finalidad de aque?l es la procreacio?n y/o que lo defina como el que se celebra entre un hombre y una mujer, es inconstitucional”.
Es evidente que el Estado mexicano tuvo que ceder ante la presión internacional al respecto de este tema —lo mismo ha sido en otros Estados, como en la Corte de la Unión Americana en el año 2014 sobre la misma cuestión—. Sin embargo, cabe hacerse la pregunta si es que se están protegiendo derechos de los individuos o en realidad, se trata de uno más de los experimentos sociales que se han suscitado en el mundo en las últimas décadas por aquellos que se han denominado poderes económicos, o también nombrados poderes salvajes.
Ejemplos de experimentos sociales recientes tenemos varios por citar, y que se mencionan dos para no abundar. El primero, todos los programas mundiales para abatir el consumo del tabaco, que pareciera un buen propósito global, pero que en realidad se debe a un problema de salud del mercado laboral, pues a raíz que se incrementan las exigencias en los empleos en bancos, industria, servicios, etc., de cualquier empleado desde el obrero por producir más, como el gerente por incrementar las ventas y la producción, por la presión que representa a éstos y el consumo del tabaco, repercute en perjuicios a las grandes corporaciones, pierden enormes montos de dinero por tiempos perdidos en atenciones medicas, y lo que es más la capacitación invertida en esas personas, perdidas a las que se incrementa el gasto social de los gobiernos por esos servicios médicos y las consecuentes pensiones.
Otro ejemplo de estas medidas son las políticas planetarias de: “un mundo sin dinero en efectivo” que se trata de dejar sin efectivo a las grandes masas de personas para que, el contar con todo su dinero en los bancos, casas de bolsa, etc., se impida poder llevar a cabo exigencias al grado de insurrecciones con capital económico que ponga en peligro desde luego no a los Estados Nación, sino a las corporaciones económicas que hoy cuentan con el control de estos, así como de los energéticos, sistemas financieros, alimentación, etc.
Así, pareciera que una política más es legislar, lo cual ha decretado ya el poder global previamente en todas las materias jurídicas, a saber: en derecho penal con la imposición de los juicios orales, que el delito de trascendencia es el lavado de dinero, y no los genocidios que se están cometiendo en muchas partes del mundo, en derecho financiero, para permitir la extrema libertad con que cuentan las empresas de capital, y desde luego en derecho fiscal, disminuyendo los impuestos a las ganancias, aumentando las contribuciones sobre el consumo, pues bien, ahora corresponde reglamentar en el mundo occidental un matrimonio sui generis: el de personas de ambos sexos, lo cual tiene por objeto evidentemente romper con el único elemento de unión que aún queda en la sociedad: la familia, núcleo de la sociedad y de la procreación, cita al respecto Naom Chomsky: “La meta es formar una sociedad en que la célula social básica esté compuesta por el individuo y su televisor. Si el niño que vive al lado está pasando hambre, no es problema del individuo”.
Cita el principal sociólogo actual, el profesor polaco Z. Bauman: “Las relaciones que los individuos entablan con otros individuos en el presente se han descrito como puras, lo que significa “sin vínculos asociados, sin obligaciones incondicionales… la sola razón… el grado de satisfacción mutua que deriva de ella”.
Desde luego que el objetivo es seguir las políticas de pleno consumo, denominadas “úsese y tírese”, lo cual permitirá que aquella tecnología y ciencia sea utilizada por la economía, como está sucediendo, pero a escalas descomunales, entonces, ante la ausencia de familias y procreación natural: “¿Debe ser el acceso a las tecnologías un nuevo derecho humano? … si los padres buscan lo mejor para sus hijos durante su vida ¿por qué no empezar a hacerlo eligiendo las mejores características genéticas?... ¿el hecho de que podamos modificar nuestra misma naturaleza está separado del acto creador de Dios o en competencia con él?”
Por estas razones es que se puede sostener validamente que esta disposición de la Suprema Corte de Justicia de la Nación es parte de un experimento mundial, y es la razón por la cual la Iglesia católica en México sostuvo que no es de competencia de las instituciones del Estado tomar estas decisiones, y esto simplemente por lo que sentencia el principal teólogo del mundo J. Ratzinger: “El gobierno no es simplemente un ejercicio de poder, sino protección del derecho que asiste al individuo y garantía del bienestar de todos…Tampoco es cometido del Estado convertir el mundo en un paraíso y, además, tampoco es capaz de hacerlo. Por eso, cuando lo intenta, se absolutiza y traspasa sus límites”.
Evidentemente, esta medida de la Suprema Corte de Justicia de la Nación es parte de esa presión para la conformación de un paraíso económico mundial.