Tania tiene siete meses y lleva toda su vida en prisión. Ahí aprenderá a caminar, dirá sus primeras palabras, tendrá sus primeros juegos, sonrisas y llantos, pasará sus Reyes Magos o Navidad, incluso hasta sus primeras enfermedades.

Aquí la respuesta de transparencia

La pequeña a quien se le cambió el nombre por protección, es uno de los 14 niños que viven en los Centros de Reinserción Social (Cereso) en Puebla, acompañando a sus madres reclusas.

Por ellos, la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), revisa que se protejan sus derechos en Puebla.

Todo parece indicar que Tania no verá jamás a su mamá fuera de los muros y enrejados del Cereso de San Miguel, el más grande del estado.

Shyrley Aparicio Apatlán está consciente y toma con madurez los 77 años y medio de prisión que le fueron sentenciados por los delitos de secuestro y homicidio.

Pero la reconforta que tres años estará acompañada por su más pequeña hija, que ahora carga con orgullo, tan grande como el moño rojo que abarca casi toda su regordeta cabecita para adornar su escaso cabello y de este modo recibir a su papá.

Según estadísticas proporcionadas al reportero mediante la Ley de Transparencia por la Secretaría de Seguridad Pública en Puebla, de los 14 niños en prisiones, 11 se encuentran en San Miguel, la mayoría bebés, como Tania.

En la entidad se permite la estancia de menores de hasta tres años que acompañen a sus madres.

Pero la SCJN revisa el reglamento del Cereso en Puebla para saber si se violan los derechos humanos de los niños que viven con sus madres internas.

Y es que el artículo 32 del Reglamento de los Ceresos para el estado de Puebla establece que los niños que residan con su madre interna no podrán permanecer ahí después de cumplir los tres años.

Sin embargo, una reclusa por medio de un amparo ha logrado tener a su hijo hasta los cinco años, y la lucha sigue en los más altos tribunales.

En tanto, la Secretaría de Seguridad Pública Estatal (SSPE) a cargo de Jesús Rodríguez Almeida, guarda con recelo la información al negar una entrevista sobre el tema.

Un cambio de vida

Shyrley, con Tania en brazos, dormida, con su moño y su mejor ropa, recibe a su esposo en el patio del área femenil del penal de la capital poblana.

Desde la Ciudad de México, donde vive y trabaja, llega con bolsas repletas de comida, como casi todos los visitantes.

Pero sobresale una llena de pañales, mantitas, biberones, Gerbers, y uno que otro medicamento pediátrico.

Entusiasmado, abraza a su pequeña, quien seguirá durmiendo en casi toda la visita y solo despertará para ser alimentada.

Shyrley ignora por qué fue trasladada hasta Puebla donde a nadie conoce, desde Aguascalientes, donde fueron cometidos los delitos que le imputaron.

Con cierta desconfianza, accedió a platicar, pero se esfumó cuando contó cómo le llegó a cambiar la vida, así le brillaron los ojos enmarcados por unas cejas pintadas y esbozó una sonrisa en el duro rostro.

Mujer de pocas palabras y carácter fuerte, como ella misma se describió, señaló que contrario a lo que se pudiera pensar, la vida no se le ha complicado con la llegada de la bebé, sino la ha venido a mejorar por mucho.

Shyrley, de 37 años de edad, fue detenida en 2008 en Aguascalientes acusada de ser la líder de una banda de secuestradores y del asesinato de una niña de 9 años de edad, a quien tenían plagiada.

Apenas hace tres años fue sentenciada a la pena máxima de 77 años y medio de prisión por ambos delitos, por lo cual está consciente que será difícil volver a ser libre, aunque afirma que jamás tuvo el rol que le achacaron en el proceso, aunque sí reconoce su participación en el plagio.

Ahora la vida para esta mujer -quien tiene cierta fama en el área femenil del penal-, como las manecillas del reloj, gira en un solo sentido: cuidar a su hija como lo haría cualquier madre.

El día se le va con los constantes cambios de pañal, darle su comida a sus horas, consolarla cuando llora y jugar.

En su celda está acompañada de otras cuatro madres con bebés, así que los llantos son constantes, pero nadie se queja.

“Me embaracé aquí, tuve un embarazo normal, con los cuidados necesarios y me programaron mi cesárea a la semana 36. Nació muy sana y gracias a Dios hasta la fecha es sana”, dijo orgullosa, aunque guarda un paracetamol en su celda por cualquier eventualidad.

Tania, como cualquier niña de su edad, acude al pediatra cada dos meses, pero la diferencia es que va con su papá solamente.

Shyrley sabe que tendrá a su bebé hasta los próximos dos años cinco meses, pero afirma que la disfrutará a lo máximo.

Además, está consciente de que tiene que hablarle con la verdad: “No voy a ser como las demás compañeras que les dicen que están trabajando lejos, siempre es bueno decirle la verdad y le contaré cómo me hizo feliz en sus primeros años de vida”.

Y es que ahora, por el traslado tan lejano, no puede ver a sus otras dos hijas de 12 y 14 años de edad, que viven con familiares en Aguascalientes.

“Hasta aquí nadie me visita, están muy lejos, es difícil y entiendo, por lo menos mi bebé me da esa felicidad de ver a alguien”.

—¿Te arrepientes?

— Es que dijeron cosas que yo no, le aumentaron, lo único que sí sé es que comete uno decisiones equivocadas que te arruinan la vida, pero ahora al menos tengo a mi bebé que me ayuda sin saberlo.

Bajo amparo

Karina Velázquez Atienza, consignada en 2001 y sentenciada a 50 años por ser responsable del secuestro y homicidio de la estudiante Marisol Catalán, ganó un amparo para que su hija, Ana José, estuviera acompañándola en San Miguel hasta los cinco años.

Por cuestiones escolares, la niña gracias al amparo entra los sábados y sale los domingos por la tarde.

Un Día del Niño en prisión

Guadalupe Domínguez baja del camión CREE-Madero acompañada de unas gemelas de 3 años de edad y un niño de 8.

Mientras tanto, otro familiar, un adolescente, baja dos pesadas bolsas con comida, donde sobresale la Coca Cola de tres litros. Llegan casi al mediodía para pasar el Día del Niño en prisión.

Como ellos, decenas de familias con niños llegan a San Miguel cada fin de semana, pequeños que lo ven con toda normalidad y día de paseo entrar al reclusorio.

Son enormes las filas para el ingreso, sobre todo de personas que llevan bultos, los cuales son revisados minuciosamente en la entrada, no solo con un aparato de rayos X, sino bolsa por bolsa por los custodios.

También cada persona es revisada por diversos custodios o custodias, sin discriminación, mujeres, hombres, niños, niñas o desde un bebé hasta a ancianos.

Guadalupe explicó que cada semana desde hace tres meses acude con sus hijos a ver a Erick Hernández, y hasta el momento no han sufrido restricción alguna.

“En un principio se les hace difícil a los niños, más cuando se les hace la revisión, pero después se acostumbran”, dijo al señalar que siempre se les habló con la verdad que su pariente cometió un delito y por eso está en la cárcel.

—¿Qué dicen los niños?

—Les da miedo, pero se acostumbran.

Analizarán el artículo 32

En febrero de 2016, la SCJN anunció que analizará el artículo 32 del Reglamento de los Ceresos en Puebla que establece que los menores vivan con su madre interna hasta los 3 años de edad.

Presuntamente es un reglamento que podría violar los derechos de los infantes al ser separados de la madre a muy corta edad, pero también al permanecer dentro de la prisión. 

La ponencia presentada por el ministro Arturo Zaldívar Lelo de Larrea, ante los ministros de la Primera Sala, resolvió la solicitud de reasunción de competencia 61/2015, para determinar si dicho reglamento viola los derechos de los niños en la situación referida.

El artículo 32 a revisión podría resultar contrario al principio de interés superior del menor de edad y el derecho a la protección de la familia.

En este sentido, dos personas que procrearon a un hijo al compurgar una sentencia en prisión y el niño vivió en el centro de reinserción hasta cumplir los tres años de edad, ante la imposibilidad de que permanezca con su madre reclaman la inconstitucionalidad del reglamento.

EL DATO

En Puebla existen 344 mujeres internas en los 22 centros de reinserción social, 11 de ellas purgan alguna condena en el CERESO de San Miguel acompañadas de sus bebés, el resto están en Tepeaca, Huejotzingo e Izúcar de Matamoros.