Paulo I. Carvajal Ramos

Hoy celebramos envueltos de alegría la ascensión de Jesús al cielo; los discípulos encerrados en sus miedos escuchan las palabras de El Resucitado: “Vayan, pues, y hagan discípulos a todos los pueblos”.

El autor del Libro de los Hechos de los Apóstoles nos ha presentado en varios momentos el encuentro de Cristo con sus discípulos durante 40 días, Él los prepara para la misión. Jesús les promete el Espíritu Santo para que sean testigos en todos los rincones de la tierra, y desaparezcan sus miedos y temores.

Durante este tiempo de Pascua hemos escuchado la presencia del Espíritu Santo en la iglesia primitiva. Esa acción divina del consolador que vivifica a la Iglesia y la sostiene siempre.

Después de más de 2 mil años la Iglesia se sigue rejuveneciendo por la presencia viva del Espíritu, la cual nos lleva a la armonía plena con Dios y con el hermano.

En el año 62 el autor de la Carta a los Efesios quiere presentar las bases de la doctrina de El Resucitado. En una dimensión de universalidad, no de un modo exclusivista. El signo de esa universalidad es la unidad. Teniendo a Cristo como centro de ambas.

La Carta a los Efesios que escuchamos en este domingo, para muchos es un testimonio de la doctrina cristiana. Una verdadera experiencia de vida y de fe. Debemos hacerla nuestra, no sólo en nuestro caminar, sino en nuestro encuentro con Cristo y el compromiso de vida como discípulos.

La alegría es un signo pascual, y este domingo de la ascensión de Jesús al cielo debemos vivirla con gran intensidad, es el mismo Jesús que nos recuerda que también después de nuestro peregrinar llegaremos a la casa del Padre.

El Evangelio de Mateo nos narra 2 momentos importantes para el cumplimiento de la obra del Padre: la ascensión de Jesús y el envío de los apóstoles.

Galilea lugar de inicio de encuentro y de misión, se cierra una etapa de cumplimiento de la historia de la salvación y se empieza una nueva desde el Espíritu Santo, la misión de la Iglesia, el discipulado. Que se da desde la experiencia del amor del encuentro con Jesús y con el hermano.

Es momento de compartir con toda la humanidad lo que Jesús ha enseñado a sus amigos. El dolor y sufrimiento de la Pasión han quedado atrás, es tiempo de descubrir que todo aquello será la fortaleza para los momentos difíciles del anuncio del Evangelio.

El miedo y el temor quedan superados si estamos unidos a Jesucristo, el vencedor del pecado y de la muerte.

Jesús, el hijo del hombre, tiene la autoridad para enviar a sus discípulos por todo el mundo y bautizar a quienes creyeron en su palabra. Predicando la paz que redime y salva.

Nosotros estamos llamados también a anunciar la paz y la alegría de Cristo, en un mundo de violencia, fortalecidos del Espíritu Santo y en la plena seguridad que Él está con nosotros hasta el fin de mundo.