Eduardo Verástegui es un actor mexicano que ha incursionado en el mundo del cine promoviendo abiertamente valores como la promoción de la vida, y la práctica de la fe católica. Sin embargo, no siempre fue así. Vivió una vida desenfrenada, sin límites y con todo tipo de abusos, especialmente hacia las mujeres. Progresaba en su carrera artística, pero con un enorme vacío interior.  Una vida deslumbrante, pero que transcurría, a la vez, en total oscuridad.Necesitado de mejorar el conocimiento del idioma inglés, tuvo una maestra con la que comenzó la conversión en su vida. Ella al irlo conociendo, un día le preguntó: “Si amas tanto a Dios como dices –le mencionó la maestra–, traes el Rosario, tienes una virgen en tu casa, vas a misa una vez al año y crees que lo estás sirviendo, ¿por qué lo insultas tanto?; ¿por qué faltas a los mandamientos?” 

Desde ahí empezaron las lágrimas, el arrepentimiento. “Por gracia de Dios me di cuenta de que estaba viviendo en una incoherencia total, contradicciones todo el tiempo. Así es que dejé todo: mi manager, mi carrera y fui a hablar con un sacerdote”, acotó.

De las tinieblas a la luz

El relato de Marcos no sólo nos describe un gran milagro, sino que también predica una catequesis que nos invita al cambio y a la conversión. Qué hermosa es la fe de Bartimeo, el mendigo ciego. 

A este hombre le falta la luz y está desorientado, sentado no es capaz de caminar, está al borde del camino, fuera del camino. Pero cuando el Maestro lo llama arroja el manto, salta y corre hacia 

Él. Sus ojos en tinieblas se abren y quedan iluminados y lo primero que ven es el rostro del Señor. El grito de Bartimeo llegó directamente al corazón de Cristo, se paró en seco y lo llamó. La respuesta a su petición fue fulminante. 

La luz llegó a los ojos cansados de Bartimeo. Un torrente de color lo invadió. Su primera y más profunda mirada sería para aquel Maestro que tan exactamente había dado respuesta a sus deseos. 

Este episodio nos hace comprender plásticamente el itinerario de la fe que es esa búsqueda para “ver su rostro”. Pero ¡Cuánta fatiga para abrir los ojos! ¡Cuántas escamas tienen que caer de nuestros párpados! Son muchas las cosas de la tierra que desfiguran lo que nos lleva a Dios. Allá en el cielo, cuando caerán todos los velos, podremos ver a Dios como es.  Teresita de Lisieux exclamaba “¡Tu rostro, Señor, es mi única Patria!”

Vendas en los ojos que no dejan ver

Hay momentos en que se hace difícil seguir caminando, en que cerramos los ojos a aquellas verdades que nos podrían iluminar. Situaciones de crisis, de noche oscura, de pérdida de ideales. 

Hay algo que muere en nosotros. Paradójicamente la luz pasa por la ceguera, lo mismo que la fe es una luz en la oscuridad. Quien no tiene conciencia de su ceguera y del corto alcance de su mirada no busca ni pide la luz. Nos cuesta ver a Dios directamente, pero nos queda todavía la posibilidad de verlo, y descubrirlo a través de sus criaturas. 

Hay que ir más allá de los signos sensibles y arrancar de los ojos del alma las escamas que nos ciegan. 

Entonces sí, cada encuentro con la realidad se convierte en un encuentro con Dios. La presencia de Dios lo llena todo: acontecimientos, encuentros humanos, elementos de la naturaleza. En todo es posible encontrar a Dios.

Se buscan guías para ciegos

¿Quiénes son esos guías? Los tenemos a nuestro lado en la vida. Son ángeles que Dios nos envía con mensajes de luz. Todos tenemos personas que nos vienen a buscar y nos acompaña hasta Jesús. Los santos han sido siempre esos guías que nos llevan por el camino de la virtud y la sabiduría de sus consejos. 

En el bautismo el cristiano recibe la luz de la gracia y ya de adulto toma conciencia de la transformación que produce. Sólo con la luz del Evangelio el hombre encuentra iluminado su misterio humano. En tanto llega al hombre esta "sabiduría de Dios" que es Jesús, el espíritu humano grita porque alguien se compadezca de él. 

San Cipriano, después de su bautismo escribe: “Mi corazón purificado fue invadido por una luz de lo alto, entonces, sucedió un cambio maravilloso: mis dudas se convirtieron en certezas, el misterio se hizo claridad, a las tinieblas siguió la luz”. La fidelidad a esta gracia convierte al cristiano en guía de sus hermanos ciegos. 

Sea alabado Jesucristo.

José Ramón Reina de Martino