Con información de Natalia Mora Cruz
Montar una ofrenda es una tradición que se empieza a finales de octubre y termina el dos de noviembre. Este 2020, en tiempos de pandemia, se pueden realizar las compras de manera virtual y así evitar salir de casa, aunque el costo de los productos para cumplir con la tradición puede triplicarse en comparación con los precios de los negocios locales, que rondan los 300 pesos.
En el 2008, la Unesco, reconoció el Día de Muertos como Patrimonio Cultural Inmaterial, al considerarlo como una expresión integradora, representativa y comunitaria.
Los costos en las tiendas en línea son hasta el triple de caro; sin embargo, si se piensa hacer una ofrenda en grande, son una buena opción. En caso contrario, se necesitarán mínimo 300 pesos para obtener los elementos básicos de una ofrenda, los cuales se obtienen en su mayoría en tiendas y mercados. Apoyar la microeconomía a través de realizar estas compras en establecimientos como tienditas, permitirá apalear los daños económicos a nivel local.
A parte de los elementos mencionados en la tabla, también se agregan frutas las cuales son principalmente la caña de azúcar, el tejocote y las mandarinas, con precios de 20, 15 y 12 pesos respectivamente, por cada kilo. La sal, la cuál es el elemento más económico con un precio de 10 pesos. Las bebidas podrían variar en gustos y si el difunto es un adulto o niño.
Representación de los elementos
El orden para acomodar la ofrenda depende de la región. A veces se pone en varios niveles o en uno solo. Si es por niveles, en el primer nivel se pone el santo a que sea devoto la persona que monta la ofrenda, en el segundo se coloca una imagen de la representación de las ánimas del purgatorio. En el tercer nivel se coloca la sal, la cual representa la purificación.
En el cuarto nivel se coloca el pan de muerto que significa la eucaristía. En el quinto nivel la comida y la fruta. En el caso de las cañas de azúcar, a veces se acompaña de golletes, panes que simbolizan los cráneos de los enemigos derrotados y las cañas, las varas donde se ensartaban.
En el sexto nivel la foto del difunto y en el séptimo, semillas, más fruta o cal para que expié sus culpas. Todos los niveles se adornan con calaveritas de dulce que son la representación de la muerte.
Para aromatizar y purificar el ambiente se prende copal o incienso. Se colocan cuatro veladoras en forma de cruz para representar los puntos cardinales, que guían a las almas. Las flores que también aromatizan y adornan la ofrenda son las de cempasúchil, terciopelo y nube. También se agrega un vaso de agua que purifica e hidrata a los seres queridos difuntos. La cruz de ceniza en el suelo es para expiar las culpas pendientes del ánima.
Hay objetos que también son típicos, como el petate, para que las ánimas descansen o el izcuintle, una figurilla en forma de perro que se acostumbra a colocar en los altares de niños para provocarles alegría.
Un día para cada cual
La tradición comienza el 28 de octubre, dedicado a los accidentados. El día siguiente es para los que murieron por causas de ahogamiento. El 30 de octubre es para los bebés que murieron antes de ser bautizados y el 31 para niños menores de 12 años, olvidados o sin familia.
El primero de noviembre es “día de todos los santos” aquellos que murieron por causas naturales o por enfermedades. El 2 de noviembre es el “día de los fieles difuntos”, para adultos. Después de las 12 del día, los difuntos se van, a partir de ese momento se pueden recoger las ofrendas.
Las ofrendas son una mezcla de costumbres españolas y prehispánicas que sigue perdurando hasta la actualidad y que le da sentido de identidad a México.