Los familiares de Lucas Menghini Rey, 20 años, lo buscaron intensa e infructuosamente en todos los hospitales de la ciudad, en delegaciones policiales y en cada rincón de la ciudad y el cono urbano. Pero, al caer la tarde de ayer, su cuerpo apareció sin vida en el vagón número 4 del tren siniestrado en Plaza Miserere, 48 horas después de la tragedia.

Lucas se convirtió así en el muerto número 51. Los otros dos jóvenes que estaban desaparecidos tras el choque aparecieron con vida. La suerte de Lucas, la desidia de las autoridades que mandaron buscarlo en todos lados menos en el lugar del accidente, desató la ira de amigos, familiares y pasajeros, que comenzaron a gritar “¡asesinos, asesinos!”, ayer en el vestíbulo de la Estación Miserere, que debió ser desalojada por la policía. La Policía antidisturbios usó gas lacrimógeno y porras para despejar la estación y arrestó a varias personas.

“Lo encontramos porque su padre, Pablo, estaba buscando la mochila del chico después de chequear las cámaras de seguridad de la Estación de San Antonio de Padua, para saber cómo estaba vestido. Ahí se descubrió el cadáver”, admitió uno de los rescatistas. Ni los bomberos ni los rescatistas de defensa civil ni el Servicio de Emergencias lo rescataron. Cuando corrió la noticia de que el cadáver había aparecido, aún en el vagón, los cánticos se dirigían contra las autoridades del gobierno, principalmente contra el secretario de Transportes, Juan Pablo Schiavi.

Las redes sociales ardían de bronca y comenzaron convocatorias a una manifestación. El Auditor General de la Nación, Leandro Despouy volvió a cargar contra el poder Ejecutivo por no haber actuado con la información negativa que había de la empresa prestataria, Trenes de Buenos Aires (TBA). Se criticó al gobierno por no haber ofrecido condolencias a las familias de las víctimas.