A falta de resultados contundentes que le permitan al exgobernador de Massachussets despegarse de sus competidores, el termómetro de la contienda lo marcan los símbolos. Y estos dos gestos muestran que se encuentra en el camino correcto.
 
La dirigencia republicana manifestó durante semanas su inquietud. Les preocupa que la falta de definiciones afecte los recursos que deberán usarse en la campaña de quien resulte ganador. Si los precandidatos gastan su dinero en las primarias, de dónde saldrán las finanzas para las elecciones de noviembre, donde el presidente Barack Obama ha dicho que espera gastar un billón de dólares, se preguntan. 
 
Quizás es por eso que algunos de sus máximos referentes comienzan a pronunciarse, aun cuando la competencia todavía está abierta. Pese a que es una jugada peligrosa, su solo respaldo podría ayudar a inclinar un electorado que se ha mostrado escéptico e indeciso.
 




Y en este campo, Mitt Romney también se apunta como el dominante. El jueves el ex mandatario George H. W. Bush hará público su apoyo a él, como lo hiciera la semana pasada uno de sus hijos, Jeb, poderoso gobernador de Florida. El ex candidato a la Presidencia John McCain también no ocultó su simpatía por él.
 
Si suficientes líderes del partido -conocidos como "superdelegados"- apoyan a Romney, podría "muy rápidamente" alcanzar la mayoría necesaria para ganar la nominación sin tener que esperar a obtener delegados elegidos en las primarias estatales, dijo la semana pasada Steffen Schmidt, un experto político de la Universidad de Iowa. En ese caso, la carrera "habrá terminado".
 
En efecto, varios gobernadores ya dieron a conocer su voluntad de acompañar a este multimillonario, quien no obstante no logra convencer a las bases más conservadoras del partido. Es de esperar, además, que esos apoyos se multipliquen en aquellos estados del norte y el este que restan celebrar sus primarias.