A las ocho de la mañana hora local abrieron los colegios electorales en Egipto en medio de una tremenda expectativa. Son las primeras elecciones verdaderamente libres de la historia del país, consecuencia de la revuelta popular que hace 15 meses destronó a Hosni Mubarak y que precedió a las protestas que siguieron en buena parte de los países del mundo árabe. 
 
Unos 50 millones de electores acuden a las urnas para decidir quién será su presidente y qué modelo de Estado quieren: si prefieren un Gobierno más islámico o por el contrario dan prioridad a un Ejecutivo laico.
 
Además del papel del Islam, la seguridad en las calles y sobre todo la galopante crisis económica han sido los grandes temas de campaña. El poder que ostentará la Junta Militar que hasta ahora gobierna el país ha sido un tema que la mayoría de los candidatos ha pasado de puntillas, tal vez por ser el más espinoso. Las funciones del presidente que salga elegido de las urnas las definirá una Constitución aún por escribir. De cómo se solucionen estas dos cuestiones fundamentales dependerá en buena medida el éxito o el fracaso de la transición egipcia.
 
La carrera presidencial está muy abierta. No hay un claro favorito y en la calle todos hacen cábalas. "¿Será [Amro] Musa presidente?", "Yo creo que ganará y pactará con los islamistas para primer ministro...". La política ha salido a la calle y eso también es toda una novedad.
 
A las ocho de la noche, hora local, se cerrarán los colegios, que volverán a abrir sus puertas el jueves por la mañana. La idea es que nadie que quiera votar se quede sin hacerlo. Está previsto que días más tarde, el martes, se conozca el nombre del ganador, aunque algunos sondeos a pie de urna oficiosos podrían dar ya buenas pistas antes. Si alguno de los 12 candidatos que se presenta obtiene al menos el 50% de los votos será declarado presidente en primera vuelta. De lo contrario, habrá segunda vuelta a mediados de junio.
 
Las últimas encuestas hablan de cerca de cuatro favoritos. Dos laicos y dos islamistas. Amro Musa, el que fuera secretario general de la Liga Árabe y ministro de Exteriores con Mubarak, sería el que más apoyos recabaría según los sondeos, que, sin embargo, resultaron poco fiables en las parlamentarias de hace tres meses. Le seguirían los otros tres candidatos: Abdel Abdulfutú, un antiguo Hermano Musulmán que ha sabido conquistar a liberales y salafistas; Ahmed Shafiq, el último primer ministro de Mubarak, que promete pacificar las calles y sacar al país de la ruina, y Mohamed Morsi, el candidato oficial de los Hermanos Musulmanes, una maquinaria bien engrasada, que cuenta con muchos apoyos entre la población.